Saturday, March 28, 2009

Hugo Chávez disfraza la crisis y el "paquetazo" económico con el muñeco de la nacionalización al Santander


Referencia: Reporte

Se embelesa. No ha tenido cómo digerir la expropiación del Banco de Venezuela, pero menos aún voluntad para dejar "comer" a otros. Por eso, Chávez se entrega de nuevo al sonido de sus propios taconazos, tanto que durante los tres primeros días tras su anuncio televisivo olvidó compartir la "resurrección" de la nacionalización con el mismísimo ministro Rodríguez -el ejecutante- y con las filas de Botín. El bolivariano hace ruido, él solito, de nuevo a las puertas del Santander. Jura que ya no serán ni los 5.000 millones de dólares en nacionalizaciones pendientes, ni la estrechez de las reservas públicas las que seguirán frenando su avidez. Menos aún las advertencias del supervisor bancario SUDEBAN -el riesgo de un sistema financiero descabezado e ineficiente -, el antecedente de la quiebra del propio banco bajo la mano estatal en los años noventa y el perfil de las 13 entidades que se enfundaron antes que el Santander la piel pública, todos en pérdidas. En Caracas, los de Michel J. Goguikian ya hace mucho que tienen las maletas listas y las "huchas" de la rentabilidad llenas. Asumen con tranquilidad una reedición que se entona, antes de nada, para la galería, con el humo justo para opacar la urgencia del "paquetazo" de ajuste económico venezolano, para rebajar precios y, sobre todo, para espantar a los pretendientes que habían comenzado a acercarse de nuevo al banco. Botín está abierto a salir del enredo bolivariano desde que negociara con Víctor Vargas, mucho antes de Chávez. Si hay puente de plata pronto, perfecto; si no, seguirá llenando la caja fuerte. Siempre, claro, que Chávez y su nuevo laberinto financiero - cada vez más estrecho- se lo permitan. Y que el antecedente de Holcim (sin un dólar un año después de la expropiación) no le amarguen la tocata y fuga. Entre el banco y el palacio Hay calma tensa en el Banco Santander en Caracas, pero no más que en los últimos nueve meses: la nacionalización se ha convertido en un estado crónico y los arrebatos de Chávez en toda una costumbre capaz de sacudir a los cimientos del mismísimo desencuentro que el "affaire Botín" provoca en el seno del Gabinete de gobierno. Entre el banco y el palacio juran que ha habido y hay buena relación, pero bajo la mesa y en la trastienda del escenario los sables son obligados. Al fin y al cabo, así empezó el baile, mucho antes del anuncio oficial de expropiación de julio. Para Santander y BBVA, de los que depende más del 30% del tejido bancario nacional, la veda chavista nunca se ha cerrado. Esta vez también se le olvidó en la arenga, pero sus asesores le recuerdan que, además de la "bola de billetes" del Santander -Chávez dixit- quiere una entidad municipalizada como ariete de su economía comunal. Y le gustaría ponerle el apellido español para completar el 25% de la tarta financiera pública venezolana. Tiembla FG, pero por si se queda solo. Caracas le pone el cronómetro de las rebajas a Botín, pero no puede evitar enseñar la "patita" del regateo por debajo de la puerta de sus limitaciones financieras. Ya ha enviado -ahora sí- al ministro Alí Rodríguez a retomar las negociaciones, en el vivo y el directo del "Alo Presidente", con un mensaje claro: el banco ya no vale lo mismo, nada de los 1.000 millones de dólares que llegó a ofrecer el ministro de Economía. Será por arrebatos. La nacionalización del Banco de Venezuela no llegó a ser el regalo de la fiesta de la Hispanidad para Chávez, ni la ofrenda para sus huestes en las elecciones regionales de noviembre, ni el presente para el referéndum del 15 de febrero en el que el presidente venezolano consagró su reelección indefinida. Las cuentas y el calendario de Miraflores se han encargado de aguar la fiesta hasta ahora. La vuelve a sacar a la mesa al calor de un "paquetazo" económico para enfrentar la crisis que le recuerda que, además de armar su revolución, tendrá que empezar a blindar también sus arcas. Se le indigestan las expropiaciones La "revolución bolivariana" tiene la antesala llena: cinco nacionalizaciones por más de 5.000 millones de dólares y su catedral económica insostenible, con el crudo venezolano a menos de 40 dólares. Aunque el Palacio de Miraflores rebajara como quiere el precio desde los 1.200 hasta los 800 millones de dólares -nada mal para Botín de todas formas- el Fondes no tiene liquidez, al menos a la mano. No, al menos, por ahora. Las reservas internacionales de Venezuela cayeron un 29,85% en febrero, hasta los 29.422 millones de dólares, días después de que Chávez exigiera al Banco Central el traspaso de más de 12.000 millones de dólares para invertirlos en proyectos públicos. Otra cosa es que Miraflores la busque de ahora en adelante. O que reedite el antecedente de SIDOR y de la constructora suiza Holcim, que un año después sigue esperando los más de 500 millones de dólares del desembolso de su nacionalización. Lo hará, a partir de esta semana, sentada ante el Ciadi con la denuncia al Estado venezolano en ristre. Emilio Botín se irá de Venezuela, es cuestión de tiempo. Y, sobre todo, de precio. Chávez se empeña en que la autoría, el apellido estatal no se cuestione. Ya hace muchas semanas que el cántabro y su equipo tienen a punto la "tocata y fuga", le han dando la última vuelta de tuerca - al ritmo de las demoras chavistas- para que, sea cual sea el precio, el "paseillo bolivariano" les haya merecido la pena el alivio por la salida de un laberinto cada vez más incómodo, con las maletas llenas para ir con la música de los beneficios a otro lado. Por ejemplo, Brasil. Miraflores trató de limitarles a los empleados el traslado a otras entidades en lo más crudo de la negociación, antes de enero, pero ahora si se van, será con los mayores bonus de los últimos años bajo el brazo y con un beneficio que crece mes a mes, desde que se anunció la nacionalización el 31 de julio y se ha duplicado desde noviembre. Santander ha invertido un total de 669 millones de dólares en Venezuela: en 1996 compró, por 351 millones de dólares, el 93,38% de Banco de Venezuela, en la subasta de su privatización, después de que el Estado solventara la crisis en la entidad. En 2000 se hizo con Banco de Caracas, por 318 millones, fusionando ambas entidades en 2002. En los últimos siete ejercicios, le sacaron al banco ganancias por 1.617 millones de dólares, 61 veces el capital social, además de las ingresos por todo lo que le vendieron al banco, incluso el sistema Altair, por casi lo que les costó el banco. Pero Emilio Botín prefiere "mejor no meneallo" y extender el puente de plata para salir de un entorno que se ha vuelto irrespirable y del que ya contaba en salir desde hace meses. La rentabilidad es altísima, pero el día que haga las maletas habrá amortizado la inversión que hizo hace una década y conseguirá -con cualquier precio superior a 900 millones de dólares- casi 200 de prima. Más aún si mantiene su presencia en suelo caraqueño gracias a su banca de inversión y a Bancrecer. Entretanto, Chávez "ordeña" al Santander con nuevas tasas bancarias, lo somete a la sombra del nuevo "corralito" que descuentan los analistas y se consuela con su recién nacido banco ruso-venezolano. Urgencias bolivarianas Caracas tiene prisa. Su "cuadra bancaria" cojea. Y le urge incorporar a una estrella, un banco que, (por más que SUDEBAN le advierta) está llamado a vestir las zozobras de sus finanzas con el 11,76% del total de créditos y un 10,96% de los depósitos del público y a convertirse en el epicentro del gruido financiero más relevante del sistema. Si se concretara la nacionalización, el Estado amasaría el 16,8% del total de créditos de la banca y el 23,58% de los depósitos, mientras que Banesco, la institución que le seguiría en tamaño, tendría 15,10% y 14,8% en estos dos ítems. La experiencia del gobierno al frente de entidades financieras no es alentadora. Se lo recuerdan las zozobras de Banfoandes, el Banco del Tesoro y el Banco Agrícola. El Banco Industrial de Venezuela -convertido como confiesa su propia junta directiva en "taquilla grandota" de las operaciones de organismos del Estado- presenta los mayores índices de morosidad, registra pérdidas por más de 400 millones de dólares al año y está descapitalizado. Y es que a Hugo Chávez no le salen las cuentas. Hasta tal punto que en el Palacio de Miraflores estudian ya nuevos tributos al sector financiero, como el impuesto al débito y tantea retomar el "encaje bancario": el Banco Central tomaría una porción de los ahorradores, como garantía para los depósitos de los bancos. Chávez se llena la boca diciendo que tiene miles de millones de dólares en reservas para enfrentar la crisis, pero en 2008 se endeudó con casi 8.000 millones de euros de más. Venezuela gasta 40.000 millones de dólares en importaciones, que equivalen a los ingresos petroleros del país. De mantenerse el precio actual del petróleo, en 2009 Venezuela no dispondría de fondos para ganar los intereses de la deuda externa pública de 60.000 millones de dólares. Las reservas operativas cifradas en unos 30.000 millones de dólares apenas servirían para unos meses de importaciones. El muro de contención que intenta levantar el presidente venezolano para evitar los coletazos de la crisis económica mundial se cimienta sobre el nivel de endeudamiento más alto de los últimos 10 años, más del triple previsto en la Ley de Endeudamiento del año pasado. Trata, además, de cargar en las espaldas del sistema bancario sus malabares imposibles con la inflación, los desajustes monetarios, el descenso del los ingresos del crudo y la falta de liquidez. Cobra cara la tocata y fuga de los inversores por la puerta de las minusvalías. Y no se resiste a estrechar el horizonte de los que se quedan: pagarán, si se descuidan, las nacionalizaciones de los demás, los agujeros negros de Pdvsa y la cuadratura de las cuentas imposibles con el crudo por debajo de los 40 dólares. Chávez estrecha sus inversiones y pliega las velas de un presupuesto general que había sido engendrado para un barril a 70 dólares, pero le pasa la mano de nuevo al Fondo de Desarrollo Nacional, una caja a la que transfirió en los últimos tres años más de 40.000 millones de dólares y en la que tiene que ensayar malabares para no ver su vacío. Ya ha comenzado los ajustes con el aumen- to del 12% del IVA (para recaudar 9.000 millones de bolívares de más aún a costa de disparar la inflación sobre el 30%) y la posibilidad de retomar el Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF). Pero a la vista de los planes de inversión por más de 100.000 millones de dólares para engrasar la máquina de la sumisión bolivariana, no es ex gerente de Investigaciones Económicas del Banco Central de Venezuela, José Guerra, el único que descuenta que sólo hay que mirar a la emisión de deuda para adivinar que liquidez, lo que se dice liquidez, no le sobra al Fonden. Francisco González, presidente del banco español BBVA pone las barbas a remojar Lo de Francisco González es peor, seguirá atrapado en un laberinto sobre el que todos los analistas encienden ya las luces rojas, uno acotado por una tasa "overnigth" disparada, la morosidad vinculada a una inflación sin techo, las obligaciones crediticias de las entidades con los programas estatales, el impacto de los bonos tóxicos, la amenaza gubernamental de nacionalización o cierre y la negativa a cualquier forma de rescate. Si entre 2003 y 2007 el Banco Provincial ganó más de 1.555 millones de dólares y recuperó hasta 13 veces el capital social, en los dos últimos años le ha dado cuerda a los beneficios: 601 millones sólo en 2008, un 33% más que en 2007, lo justo para superar el techo de la inflación venezolana que el propio banco descontaba. BBVA -segundo en Cartera de créditos y tercero en Captaciones del Público- no es ajeno al tono de la banca venezolana. Los mayores ingresos del sector al cierre de 2008 provinieron de la cartera de créditos -el 61,36% de los Ingresos Totales del sistema-. La menor rentabilidad en la cartera de inversiones y la mayor actividad económica del país ha permitido dirigir menos recursos a inversiones y en su lugar se han canalizado mayoritariamente a la cartera de créditos. Por eso Francisco González acelera, por si acaso, al mismo ritmo que Chávez amasa los últimos cartuchos de tiempo con el Santander y se dispone a apretar sus puños sobre todo el sector. Ni su dirección ni su centro de estudios esconden que Venezuela coquetea ya con la recesión, como tarde en 2010. Y, antes de que le amarguen la fiesta caraqueña, FG adorna el sudoku de los beneficios y hace acopio de resultados para que la travesía ya haya merecido la pena, aún en el peor de los escenarios. Si entre 2003 y 2007 el Banco Provincial ganó más de 1.555 millones de dólares y recuperó hasta 13 veces el capital social, en los dos últimos años le ha dado cuerda a los beneficios: 601 millones sólo en 2008, un 33% más que en 2007, lo justo para superar el techo de la inflación venezolana que el propio banco descontaba. Ordeña el laberinto bancario Chávez exprime entretanto a la banca. Si no gana en precios, ganará en apreturas. La reforma a la Ley de Bancos con la que vuelve a la carga, la venta obligatoria de las notas estructuradas, las líneas rojas de CADIVI, las obligaciones con el Estado, la inflación, la caída del consumo, la supervisión y restricción de los créditos, la presión de las denuncias del Indecu, la nueva regulación de las tarjetas y la avalancha de leyes habilitantes, le marcan al Santander, el BBVA -y sus compañeros del sector- los límites de un jardín en el que sus paseos cada vez le salen más caros. Miraflores aprovecha que el Pisuerga podría pasar por Wall Street, pone la mano del Estado sobre el lomo bancario, ha sentado interventores y supervisores en las juntas directivas de algunas entidades y mete el dedo en una llaga que es suya: el índice de capitalización de diez bancos se ubica por debajo de la exigencia mínima de 8%, gracias, entre otras cosas, a que el gasto del gobierno introduce una enorme cantidad de bolívares que ingresa a la banca y se transforma en créditos o inversiones en bonos, con lo que el activo crece y se torna difícil que el capital se ajuste continuamente para mantener la proporción de 8%. Y es que en el petrorreino de los sueños bolivarianos, cada ladrillo para tratar de contener al dólar paralelo castiga al tejido financiero, devalúa la deuda y anima a los mercados negros. Además, la banca extranjera que opera en Venezuela presenta problemas para repatriar sus dividendos, debido a los retrasos en las autorizaciones que deben ser aprobadas por la Comisión de Administración de Divisas. En el caso de los servicios sin fines de lucro y organizaciones como Mercal, Pdval y similares, la banca ya está obligada a hacer sus operaciones de forma gratuita. Ha tenido que operar en un entorno cada vez más regulado: 47 de cada 100 bolívares que se dirigen al crédito deben ir a tasas de interés preferenciales, a sectores considerados estratégicos: agro, turismo, microempresas, vivienda y empresas manufactureras. Ya desde el segundo semestre de 2008, las entidades bancarias actúan con cautela en la emisión de plástico y en el otorgamiento de créditos y se espera una mayor reserva para las líneas crediticias en todo 2009, no sólo porque la economía que se desacelera con fuerza, también porque se está incrementando la fiscalización de entes como SUDEBAN y CADIVI sobre un laberinto demarcado por el elevado perfil de riesgo de las tarjetas de crédito, la incapacidad de los bancos para crecer debido al limitado capital que poseen y el alto nivel de intereses de las tasas activas. La Ley bancaria sumada a la nueva Ley de Crédito para el sector agrario prometen ser el aperitivo para nuevos topes mínimos de las carteras obligatorias de la banca, por encima del 47% de sus préstamos que destinan ya a sectores específicos como la agricultura, la microempresa, la vivienda, la industria manufacturera y el turismo. Un horizonte que afectará, más que a nadie, a los intereses de FG, cuyo Banco Provincial es el que mayor nivel de intermediación crediticia, un 69% en 2008. ✍

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