Saturday, March 28, 2009

La hormona del hambre hace que los alimentos parezcan más sabrosos

El insomnio afecta a las "hormonas del hambre" haciendo que envíen señales para aumentar el apetito, lo que conduce al sobrepeso, según las conclusiones de un estudio presentado hoy por la Universidad de California Los Ángeles (UCLA).

Los investigadores destacaron que es la primera vez que un estudio explica porqué el insomnio produce sobrepeso a través de la medición de los niveles hormonales.

La investigación encontró que la falta de sueño afecta al funcionamiento de la ghrelina y de la leptina, dos hormonas que regulan los procesos relacionados con el apetito y la acumulación de lípidos.

"El estudio muestra que los pacientes con insomnio sufren una descompensación en su balance de energía que puede explicar por qué estos pacientes aumentan de peso con el tiempo", señaló Sarosh Motivala, profesor del Instituto Semel de Neurociencia y Comportamiento Humano de UCLA, quien participó en el estudio.

"Es un descubrimiento emocionante porque destaca cómo, comportamientos diversos como dormir y comer están conectados. Estamos apenas comenzando a explorar las posibles consecuencias de estas conexiones, pero es otro ejemplo de la importancia que un buen sueño nocturno tiene para el organismo", agregó.

En la investigación, en la que participaron 38 hombres con condiciones similares de edad y peso divididos en dos grupos, 14 que sufrían de insomnio y 24 con sueño normal, se chequearon las ondas cerebrales y se midieron los niveles de ghrelina y leptina a las once de la noche, a las 2 de la madrugada y a las 6 de la mañana.

Los niveles de ghrelina a lo largo de la noche fueron significativamente más bajos en pacientes con insomnio, mientras los niveles de leptina no presentaron mayor diferencia entre los dos grupos.

La ghrelina, secretada por el estómago, estimula el apetito y normalmente aumenta antes de las comidas. La leptina afecta el peso y es secretada por células de grasa, enviando señales al hipotálamo sobre la cantidad de grasa almacenada en el cuerpo.

Una disminución de la leptina le indica al organismo una falta de calorías, lo que genera el hambre.

Motivala comparó los resultados de la investigación con otros estudios anteriores y llegó a la conclusión de que la falta de sueño en la noche puede llevar durante el día a un efecto contrario sobre las hormonas, aumentando la ghrelina y disminuyendo la leptina, una doble acción que estimula el apetito.

Este efecto de compensación explica porqué las personas que sufren de insomnio tienden a aumentar de peso, comentó Motivala, quien actualmente trabaja en otro estudio que examina más a fondo este intercambio en las funciones hormonales, relacionado con la falta de sueño.

Otro estudio

Un nuevo estudio de imágenes cerebrales revela que una hormona del hambre, conocida por sus facultades para estimular el apetito, activa en realidad centros de recompensa claves en el cerebro para hacer que los alimentos parezcan más sabrosos e irresistibles.

El culpable de tanto comer es la hormona grelina, y el hallazgo sugiere que el presunto "efecto hedonista" sobre los sentidos de la hormona se despliega en las mismas regiones del cerebro relacionadas desde hace tiempo con la adicción a las drogas, motivando a la gente a comer aún cuando no exista una razón nutricional para ello.

"Durante cientos de años, la gente se hizo a la idea de que comía sólo porque tenía hambre", observó el autor del estudio, el Dr. Alain Dagher, profesor asociado del Instituto neurológico de Montreal de la Universidad McGill en Canadá.

"...Pero hallamos que el sistema real tiene que ver con un impulso por la comida que no está relacionado para nada con el hambre".

"La razón que lo explica", agregó, "es que prácticamente todos los animales (incluidos los humanos, hasta hace poco) vivían en un mundo en el que no había suficiente alimentos, así que el riesgo de morir de hambre era alto. Esta situación crea una presión real para comer. Y la obtención de alimentos es una tarea arriesgada. Exige un esfuerzo y ponerse a merced de los depredadores. Así que se necesitaba una razón para salir de la cueva, y la única manera de que sucediera era si el alimento era lo suficientemente atractivo para superar los costos y riesgos que implicaba tal hazaña. También hallamos que una hormona realiza este trabajo al actuar sobre los centros de placer y recompensa del cerebro, haciendo que el alimento parezca más atractivo y apetecible".

Dagher y sus colegas informaron sobre sus hallazgos en la edición de mayo de Cell Metabolism. Los autores analizaron IRM funcionales de la actividad del cerebro de 20 hombres sanos mientras observaban alimentos y otras imágenes que no tenían nada que ver con la comida.Al cabo de tres horas de ingerir un desayuno estándar, de modo que los hombres no estuvieran ni llenos ni hambrientos, todos fueron expuestos a una serie de 45 imágenes durante lo cual respondieron a preguntas sobre su estado de ánimo y apetito. Después de ver las primeras imágenes, 12 hombres recibieron dos infusiones intravenosas de grelina, mientras que el resto no.

Después de tomar las muestras de sangre para medir los niveles de la hormona, los hombres se expusieron a 45 imágenes distintas. Dagher y sus asociados hallaron que durante la segunda visualización, los informes de hambre fueron significativamente mayores entre los hombres que recibieron la infusión de grelina.

Esto aumentó la respuesta de hambre correlacionada con un incremento en la actividad cerebral en un amplio espectro de regiones cerebrales asociadas con la recompensa, pero sólo cuando veían las imágenes de los alimentos. Las regiones activadas eran la amígdala, la parte derecha del hipocampo, la ínsula anterior y mediodorsal, y las regiones en la parte izquierda del pulvinar. Por el contrario, los hombres que no recibieron la grelina no mostraron ningún cambio en el hambre en el curso de las dos sesiones de visualización y fueron menos propensos a recordar las imágenes de alimentos después de la visualización.

Los investigadores sugirieron que los hallazgos podrían conducir en última instancia a tratamientos para la obesidad basados en la interrupción del efecto de la grelina. "El problema hoy día es que tenemos esta imperiosa necesidad evolutiva de comer, pero ahora vivimos en un ambiente en el que no hay que gastar energía para conseguir la comida", destacó. "Lo que significa que tiene sentido pensar en el apetito como un tipo de adicción. Por tanto, si queremos abordar el hecho de que la obesidad es ahora el asesino número uno en el mundo, tenemos que afrontar el problema del mismo en que lo hacemos con el tabaquismo".Sin embargo, la Dra. Barbara B. Kahn, jefa de la división de endocrinología, diabetes y metabolismo del Centro médico Beth Israel Deaconess en Boston, advirtió que igualar los atracones de comida suscitados por la grelina con la adicción a las drogas podría hacer un flaco favor a la salud pública.

"Este estudio nos da nueva información sobre las formas adicionales en la que esta hormona en particular podría actuar", dijo.

"Además, comer en exceso y la adicción a las drogas podrían convergir en algunas de las mismas neuronas. Pero también están involucrados otras vías. Desde el punto de vista bioquímico, estas dos cosas no son lo mismo. La adicción a las drogas es mucho más fuerte. Así que sugerir que son lo mismo puede hacer creer a la gente que no pueden hacer nada al respecto. Que está fuera de su control. Así que ese paralelismo no me gusta en realidad", agregó Kahn.

"Es posible que algunos aspectos de comer en exceso estén relacionados con otros de la adicción. Pero comer en exceso no es simplemente otra adicción".En la misma revista, un estudio de animales independiente proveniente del Centro médico de la Universidad de Duke señala una nueva forma con un gran potencial para ayudar a la gente a controlar su apetito y su peso. Los investigadores del estudio informan que mediante el bloqueo de la activación de una enzima cerebral clave (CaMKK2) fueron capaces de anular el flujo normal de la vía de la grelina en ratones, evitando así la activación de una segunda enzima (AMPK) que estimula directamente el deseo de comer. El hallazgo, señalaron, parece plantear un nuevo objetivo para medicamentos dirigidos a reducir el apetito.
Publicado por smiley en
16:22

Ver blogs que se refieren de esta hormona

Una alternativa a la típica dieta para adelgazar

Si bien las personas adelgazan cuando reducen el consumo de calorías, un nuevo estudio sugirió que una dieta con un agregado extra de proteína sería muy efectiva para eliminar la grasa corporal y mejorar el nivel de grasas en sangre

Los autores detectaron que en un año una dieta moderada en proteína daba mejores resultados que la dieta habitual rica en carbohidratos y reducida en grasas para eliminar la grasa corporal en adultos con sobrepeso.

Es más, fue más efectiva para aumentar el colesterol HDL o "bueno" y reducir los triglicéridos, un tipo de grasa en sangre que puede tapar las arterias. Los resultados, publicados en Journal of Nutrition, sugirieron que reemplazar algunos carbohidratos por proteína sería bueno para quienes hacen dieta.

Para el estudio, 130 adultos con sobrepeso hicieron al azar una de dos dietas de bajas calorías. La primera, la rica en carbohidratos comúnmente recomendada (con un 15% de calorías provenientes de proteína, un 55% de carbohidratos, y un 30% de grasas).

La segunda, una dieta moderada en proteína (con un 30% de calorías proveniente de proteína, como carne magra, lácteos descremados y nueces, mientras que un 40 por ciento provenía de carbohidratos y un 30% de grasas).
A todos los participantes se les entregaron menús planificados y concurrieron a reuniones semanales con un nutricionista para ayudarlos a cumplir con el nuevo estilo de vida.

Al año, ambos grupos habían adelgazado casi lo mismo: 10,45 kilos con la dieta moderada en proteína versus 8,6 kilos con la dieta rica en carbohidratos. Pero el primer grupo había perdido más masa grasa que el segundo grupo, además de haber mejorado más los niveles de HDL y triglicéridos.

La proteína extra en cada comida ayuda a preservar la masa muscular "metabólicamente activa", explicó el autor principal, doctor Donald K. Layman, de University of Illinois, en Urbana. Al mismo tiempo, dijo a Reuters Health que la reducción de carbohidratos en la dieta se traduce en menores niveles de insulina, que es la hormona reguladora del azúcar en sangre.

La dieta induce al organismo a eliminar más grasa acumulada, resumió Layman. El mayor aumento de los triglicéridos se debe principalmente a la reducción de los carbohidratos, explicó.

Como ocurre con cualquier dieta, las personas tienen que hacerla bien para obtener buenos resultados. En este estudio, los participantes en ambos grupos obtuvieron mucha ayuda, con menús planificados y sesiones educativas semanales. Se desconoce si les iría tan bien si lo hicieran solos.

"Uno de los problemas con las dietas moderadas en proteínas es que las personas incluyen viejos conceptos en ese enfoque", dijo Layman. Por ejemplo el concepto de ingerir "muchas pequeñas comidas" durante el día cuando la dieta es rica en carbohidratos y reducida en grasas porque se siente hambre con más frecuencia, pero eso no es una buena idea con una dieta moderada en proteínas, agregó.

"El cambio importante es hacer tres comidas con un adecuado equilibrio de proteínas y carbohidratos en cada una", recomendó Layman. "Un dieta rica en proteína no significa consumir más proteína en la cena, sino equilibrar las proteínas con el desayuno y el almuerzo", añadió.

Hugo Chávez disfraza la crisis y el "paquetazo" económico con el muñeco de la nacionalización al Santander


Referencia: Reporte

Se embelesa. No ha tenido cómo digerir la expropiación del Banco de Venezuela, pero menos aún voluntad para dejar "comer" a otros. Por eso, Chávez se entrega de nuevo al sonido de sus propios taconazos, tanto que durante los tres primeros días tras su anuncio televisivo olvidó compartir la "resurrección" de la nacionalización con el mismísimo ministro Rodríguez -el ejecutante- y con las filas de Botín. El bolivariano hace ruido, él solito, de nuevo a las puertas del Santander. Jura que ya no serán ni los 5.000 millones de dólares en nacionalizaciones pendientes, ni la estrechez de las reservas públicas las que seguirán frenando su avidez. Menos aún las advertencias del supervisor bancario SUDEBAN -el riesgo de un sistema financiero descabezado e ineficiente -, el antecedente de la quiebra del propio banco bajo la mano estatal en los años noventa y el perfil de las 13 entidades que se enfundaron antes que el Santander la piel pública, todos en pérdidas. En Caracas, los de Michel J. Goguikian ya hace mucho que tienen las maletas listas y las "huchas" de la rentabilidad llenas. Asumen con tranquilidad una reedición que se entona, antes de nada, para la galería, con el humo justo para opacar la urgencia del "paquetazo" de ajuste económico venezolano, para rebajar precios y, sobre todo, para espantar a los pretendientes que habían comenzado a acercarse de nuevo al banco. Botín está abierto a salir del enredo bolivariano desde que negociara con Víctor Vargas, mucho antes de Chávez. Si hay puente de plata pronto, perfecto; si no, seguirá llenando la caja fuerte. Siempre, claro, que Chávez y su nuevo laberinto financiero - cada vez más estrecho- se lo permitan. Y que el antecedente de Holcim (sin un dólar un año después de la expropiación) no le amarguen la tocata y fuga. Entre el banco y el palacio Hay calma tensa en el Banco Santander en Caracas, pero no más que en los últimos nueve meses: la nacionalización se ha convertido en un estado crónico y los arrebatos de Chávez en toda una costumbre capaz de sacudir a los cimientos del mismísimo desencuentro que el "affaire Botín" provoca en el seno del Gabinete de gobierno. Entre el banco y el palacio juran que ha habido y hay buena relación, pero bajo la mesa y en la trastienda del escenario los sables son obligados. Al fin y al cabo, así empezó el baile, mucho antes del anuncio oficial de expropiación de julio. Para Santander y BBVA, de los que depende más del 30% del tejido bancario nacional, la veda chavista nunca se ha cerrado. Esta vez también se le olvidó en la arenga, pero sus asesores le recuerdan que, además de la "bola de billetes" del Santander -Chávez dixit- quiere una entidad municipalizada como ariete de su economía comunal. Y le gustaría ponerle el apellido español para completar el 25% de la tarta financiera pública venezolana. Tiembla FG, pero por si se queda solo. Caracas le pone el cronómetro de las rebajas a Botín, pero no puede evitar enseñar la "patita" del regateo por debajo de la puerta de sus limitaciones financieras. Ya ha enviado -ahora sí- al ministro Alí Rodríguez a retomar las negociaciones, en el vivo y el directo del "Alo Presidente", con un mensaje claro: el banco ya no vale lo mismo, nada de los 1.000 millones de dólares que llegó a ofrecer el ministro de Economía. Será por arrebatos. La nacionalización del Banco de Venezuela no llegó a ser el regalo de la fiesta de la Hispanidad para Chávez, ni la ofrenda para sus huestes en las elecciones regionales de noviembre, ni el presente para el referéndum del 15 de febrero en el que el presidente venezolano consagró su reelección indefinida. Las cuentas y el calendario de Miraflores se han encargado de aguar la fiesta hasta ahora. La vuelve a sacar a la mesa al calor de un "paquetazo" económico para enfrentar la crisis que le recuerda que, además de armar su revolución, tendrá que empezar a blindar también sus arcas. Se le indigestan las expropiaciones La "revolución bolivariana" tiene la antesala llena: cinco nacionalizaciones por más de 5.000 millones de dólares y su catedral económica insostenible, con el crudo venezolano a menos de 40 dólares. Aunque el Palacio de Miraflores rebajara como quiere el precio desde los 1.200 hasta los 800 millones de dólares -nada mal para Botín de todas formas- el Fondes no tiene liquidez, al menos a la mano. No, al menos, por ahora. Las reservas internacionales de Venezuela cayeron un 29,85% en febrero, hasta los 29.422 millones de dólares, días después de que Chávez exigiera al Banco Central el traspaso de más de 12.000 millones de dólares para invertirlos en proyectos públicos. Otra cosa es que Miraflores la busque de ahora en adelante. O que reedite el antecedente de SIDOR y de la constructora suiza Holcim, que un año después sigue esperando los más de 500 millones de dólares del desembolso de su nacionalización. Lo hará, a partir de esta semana, sentada ante el Ciadi con la denuncia al Estado venezolano en ristre. Emilio Botín se irá de Venezuela, es cuestión de tiempo. Y, sobre todo, de precio. Chávez se empeña en que la autoría, el apellido estatal no se cuestione. Ya hace muchas semanas que el cántabro y su equipo tienen a punto la "tocata y fuga", le han dando la última vuelta de tuerca - al ritmo de las demoras chavistas- para que, sea cual sea el precio, el "paseillo bolivariano" les haya merecido la pena el alivio por la salida de un laberinto cada vez más incómodo, con las maletas llenas para ir con la música de los beneficios a otro lado. Por ejemplo, Brasil. Miraflores trató de limitarles a los empleados el traslado a otras entidades en lo más crudo de la negociación, antes de enero, pero ahora si se van, será con los mayores bonus de los últimos años bajo el brazo y con un beneficio que crece mes a mes, desde que se anunció la nacionalización el 31 de julio y se ha duplicado desde noviembre. Santander ha invertido un total de 669 millones de dólares en Venezuela: en 1996 compró, por 351 millones de dólares, el 93,38% de Banco de Venezuela, en la subasta de su privatización, después de que el Estado solventara la crisis en la entidad. En 2000 se hizo con Banco de Caracas, por 318 millones, fusionando ambas entidades en 2002. En los últimos siete ejercicios, le sacaron al banco ganancias por 1.617 millones de dólares, 61 veces el capital social, además de las ingresos por todo lo que le vendieron al banco, incluso el sistema Altair, por casi lo que les costó el banco. Pero Emilio Botín prefiere "mejor no meneallo" y extender el puente de plata para salir de un entorno que se ha vuelto irrespirable y del que ya contaba en salir desde hace meses. La rentabilidad es altísima, pero el día que haga las maletas habrá amortizado la inversión que hizo hace una década y conseguirá -con cualquier precio superior a 900 millones de dólares- casi 200 de prima. Más aún si mantiene su presencia en suelo caraqueño gracias a su banca de inversión y a Bancrecer. Entretanto, Chávez "ordeña" al Santander con nuevas tasas bancarias, lo somete a la sombra del nuevo "corralito" que descuentan los analistas y se consuela con su recién nacido banco ruso-venezolano. Urgencias bolivarianas Caracas tiene prisa. Su "cuadra bancaria" cojea. Y le urge incorporar a una estrella, un banco que, (por más que SUDEBAN le advierta) está llamado a vestir las zozobras de sus finanzas con el 11,76% del total de créditos y un 10,96% de los depósitos del público y a convertirse en el epicentro del gruido financiero más relevante del sistema. Si se concretara la nacionalización, el Estado amasaría el 16,8% del total de créditos de la banca y el 23,58% de los depósitos, mientras que Banesco, la institución que le seguiría en tamaño, tendría 15,10% y 14,8% en estos dos ítems. La experiencia del gobierno al frente de entidades financieras no es alentadora. Se lo recuerdan las zozobras de Banfoandes, el Banco del Tesoro y el Banco Agrícola. El Banco Industrial de Venezuela -convertido como confiesa su propia junta directiva en "taquilla grandota" de las operaciones de organismos del Estado- presenta los mayores índices de morosidad, registra pérdidas por más de 400 millones de dólares al año y está descapitalizado. Y es que a Hugo Chávez no le salen las cuentas. Hasta tal punto que en el Palacio de Miraflores estudian ya nuevos tributos al sector financiero, como el impuesto al débito y tantea retomar el "encaje bancario": el Banco Central tomaría una porción de los ahorradores, como garantía para los depósitos de los bancos. Chávez se llena la boca diciendo que tiene miles de millones de dólares en reservas para enfrentar la crisis, pero en 2008 se endeudó con casi 8.000 millones de euros de más. Venezuela gasta 40.000 millones de dólares en importaciones, que equivalen a los ingresos petroleros del país. De mantenerse el precio actual del petróleo, en 2009 Venezuela no dispondría de fondos para ganar los intereses de la deuda externa pública de 60.000 millones de dólares. Las reservas operativas cifradas en unos 30.000 millones de dólares apenas servirían para unos meses de importaciones. El muro de contención que intenta levantar el presidente venezolano para evitar los coletazos de la crisis económica mundial se cimienta sobre el nivel de endeudamiento más alto de los últimos 10 años, más del triple previsto en la Ley de Endeudamiento del año pasado. Trata, además, de cargar en las espaldas del sistema bancario sus malabares imposibles con la inflación, los desajustes monetarios, el descenso del los ingresos del crudo y la falta de liquidez. Cobra cara la tocata y fuga de los inversores por la puerta de las minusvalías. Y no se resiste a estrechar el horizonte de los que se quedan: pagarán, si se descuidan, las nacionalizaciones de los demás, los agujeros negros de Pdvsa y la cuadratura de las cuentas imposibles con el crudo por debajo de los 40 dólares. Chávez estrecha sus inversiones y pliega las velas de un presupuesto general que había sido engendrado para un barril a 70 dólares, pero le pasa la mano de nuevo al Fondo de Desarrollo Nacional, una caja a la que transfirió en los últimos tres años más de 40.000 millones de dólares y en la que tiene que ensayar malabares para no ver su vacío. Ya ha comenzado los ajustes con el aumen- to del 12% del IVA (para recaudar 9.000 millones de bolívares de más aún a costa de disparar la inflación sobre el 30%) y la posibilidad de retomar el Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF). Pero a la vista de los planes de inversión por más de 100.000 millones de dólares para engrasar la máquina de la sumisión bolivariana, no es ex gerente de Investigaciones Económicas del Banco Central de Venezuela, José Guerra, el único que descuenta que sólo hay que mirar a la emisión de deuda para adivinar que liquidez, lo que se dice liquidez, no le sobra al Fonden. Francisco González, presidente del banco español BBVA pone las barbas a remojar Lo de Francisco González es peor, seguirá atrapado en un laberinto sobre el que todos los analistas encienden ya las luces rojas, uno acotado por una tasa "overnigth" disparada, la morosidad vinculada a una inflación sin techo, las obligaciones crediticias de las entidades con los programas estatales, el impacto de los bonos tóxicos, la amenaza gubernamental de nacionalización o cierre y la negativa a cualquier forma de rescate. Si entre 2003 y 2007 el Banco Provincial ganó más de 1.555 millones de dólares y recuperó hasta 13 veces el capital social, en los dos últimos años le ha dado cuerda a los beneficios: 601 millones sólo en 2008, un 33% más que en 2007, lo justo para superar el techo de la inflación venezolana que el propio banco descontaba. BBVA -segundo en Cartera de créditos y tercero en Captaciones del Público- no es ajeno al tono de la banca venezolana. Los mayores ingresos del sector al cierre de 2008 provinieron de la cartera de créditos -el 61,36% de los Ingresos Totales del sistema-. La menor rentabilidad en la cartera de inversiones y la mayor actividad económica del país ha permitido dirigir menos recursos a inversiones y en su lugar se han canalizado mayoritariamente a la cartera de créditos. Por eso Francisco González acelera, por si acaso, al mismo ritmo que Chávez amasa los últimos cartuchos de tiempo con el Santander y se dispone a apretar sus puños sobre todo el sector. Ni su dirección ni su centro de estudios esconden que Venezuela coquetea ya con la recesión, como tarde en 2010. Y, antes de que le amarguen la fiesta caraqueña, FG adorna el sudoku de los beneficios y hace acopio de resultados para que la travesía ya haya merecido la pena, aún en el peor de los escenarios. Si entre 2003 y 2007 el Banco Provincial ganó más de 1.555 millones de dólares y recuperó hasta 13 veces el capital social, en los dos últimos años le ha dado cuerda a los beneficios: 601 millones sólo en 2008, un 33% más que en 2007, lo justo para superar el techo de la inflación venezolana que el propio banco descontaba. Ordeña el laberinto bancario Chávez exprime entretanto a la banca. Si no gana en precios, ganará en apreturas. La reforma a la Ley de Bancos con la que vuelve a la carga, la venta obligatoria de las notas estructuradas, las líneas rojas de CADIVI, las obligaciones con el Estado, la inflación, la caída del consumo, la supervisión y restricción de los créditos, la presión de las denuncias del Indecu, la nueva regulación de las tarjetas y la avalancha de leyes habilitantes, le marcan al Santander, el BBVA -y sus compañeros del sector- los límites de un jardín en el que sus paseos cada vez le salen más caros. Miraflores aprovecha que el Pisuerga podría pasar por Wall Street, pone la mano del Estado sobre el lomo bancario, ha sentado interventores y supervisores en las juntas directivas de algunas entidades y mete el dedo en una llaga que es suya: el índice de capitalización de diez bancos se ubica por debajo de la exigencia mínima de 8%, gracias, entre otras cosas, a que el gasto del gobierno introduce una enorme cantidad de bolívares que ingresa a la banca y se transforma en créditos o inversiones en bonos, con lo que el activo crece y se torna difícil que el capital se ajuste continuamente para mantener la proporción de 8%. Y es que en el petrorreino de los sueños bolivarianos, cada ladrillo para tratar de contener al dólar paralelo castiga al tejido financiero, devalúa la deuda y anima a los mercados negros. Además, la banca extranjera que opera en Venezuela presenta problemas para repatriar sus dividendos, debido a los retrasos en las autorizaciones que deben ser aprobadas por la Comisión de Administración de Divisas. En el caso de los servicios sin fines de lucro y organizaciones como Mercal, Pdval y similares, la banca ya está obligada a hacer sus operaciones de forma gratuita. Ha tenido que operar en un entorno cada vez más regulado: 47 de cada 100 bolívares que se dirigen al crédito deben ir a tasas de interés preferenciales, a sectores considerados estratégicos: agro, turismo, microempresas, vivienda y empresas manufactureras. Ya desde el segundo semestre de 2008, las entidades bancarias actúan con cautela en la emisión de plástico y en el otorgamiento de créditos y se espera una mayor reserva para las líneas crediticias en todo 2009, no sólo porque la economía que se desacelera con fuerza, también porque se está incrementando la fiscalización de entes como SUDEBAN y CADIVI sobre un laberinto demarcado por el elevado perfil de riesgo de las tarjetas de crédito, la incapacidad de los bancos para crecer debido al limitado capital que poseen y el alto nivel de intereses de las tasas activas. La Ley bancaria sumada a la nueva Ley de Crédito para el sector agrario prometen ser el aperitivo para nuevos topes mínimos de las carteras obligatorias de la banca, por encima del 47% de sus préstamos que destinan ya a sectores específicos como la agricultura, la microempresa, la vivienda, la industria manufacturera y el turismo. Un horizonte que afectará, más que a nadie, a los intereses de FG, cuyo Banco Provincial es el que mayor nivel de intermediación crediticia, un 69% en 2008. ✍

Monday, March 16, 2009

“¿Por qué blogueo”, de Andrew Sullivan

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El último número de The Atlantic trae este excelente ensayo de Andrew Sullivan que resume de manera inmejorable muchas de las cosas que los bloggers siempre queremos decir, pero no tenemos tiempo. Es, sencillamente, un texto clave para entender en qué consiste el “arte de bloguear” y cuáles son sus principales virtudes y problemáticas.

La traducción es de Juan Carlos Castillón ya está lista. Es largo el escrito, así que tómense un tiempo para leerlo. De verdad que vale la pena.

¿Por qué blogueo?

por Andrew Sullivan

La palabra blog es la conjunción de dos palabras: web y log (cuaderno de bitácora). Contiene en sus cuatro letras una autodescripción concisa y ajustada: es una bitácora de pensamientos y escritura colocada públicamente en la World Wide Web. En la jerga monosilábica del Internet, Web log pronto se convirtió en la palabra blog.

Esta forma de autopublicación instantánea y global, hecha posible por una tecnología ampliamente disponible desde hace más o menos una década, no permite una edición retroactiva (aparte de corregir errores tipográficos mínimos o pequeños fallos) y excluye del acto de escritura cualquier revisión considerable o larga. Es la expresión espontánea de un pensamiento instantáneo, que no permanece más allá de lo efímero del periodismo diario. Tiene que rendir cuentas de forma inmediata e inevitable a lectores y a otros bloggers, y se conecta a través del hipertexto con referencias y fuentes que lo multiplican. Al contrario que cualquier simple muestra del periodismo escrito, sus límites son extremadamente porosos y su verdad inherentemente transitoria. Las consecuencias de esto respecto al acto de escribir todavía se están asumiendo.

La bitácora de un barco (log) debe su nombre a una pequeña tablilla de madera, a menudo lastrada con plomo, que durante siglos se ataba a un sedal y se arrojaba por la borda. El peso de la madera la mantenía en la misma posición dentro del agua, como un ancla provisional, mientras el barco se movía. Midiendo la longitud del sedal en un periodo de tiempo determinado los marinos podían calcular la velocidad de su etapa (la cuerda estaba marcada por “nudos” equidistantes para medirla rápidamente). A medida que el viaje progresaba, la ruta se marcaba en un cuaderno llamado “de bitácora”.

En viajes marítimos que tenían lugar antes de la radio, el radar, los satélites o el sonar, esos cuadernos de bitácora eran una fuente indispensable para registrar lo que pasaba en realidad. Ayudaron a los navegantes a suponer dónde estaban, qué tan lejos habían viajado y cuánto tenían que estar aún en el mar. Proveían una contabilidad para los dueños del navío y los comerciantes. Fueron diseñados para ser lo más inmunes posible a la falsificación. Lejos de tierra, no había manera posible de corroborar los hechos aparte de la propia narración de la tripulación en medio de una gran masa azul, gris y verde, y en los viajes largos los recuerdos siempre se difuminan y los hechos se dispersan. Una bitácora proveía un recuento lo más exacto posible, tal y como éste podía colegirse en tiempo real.

A medida que avanzas en la lectura de una bitácora, tienes la curiosa sensación de retroceder en el tiempo –justo lo contrario que sucede con un libro. Cuando le unes una narrativa que no fue pensada como tal, parece –y resulta– más auténtica. Las bitácoras, en este sentido, fueron una forma de autocorrección humana. Enmendaban la percepción retrospectiva, las maneras en que seres humanos ordenan y construyen la historia de sus vidas a medida que la recuerdan. Las bitácoras requieren de soltura narrativa porque no permiten conocer el final. Así que tienen una trama pero también una dramática ironía: el lector ya sabe el final antes de que el escritor lo conozca.

Cualquiera que haya blogueado sus pensamientos durante largo tiempo reconocerá este mundo. Nosotros los bloggers tenemos pocas oportunidades de espigar nuestros pensamientos y de esperar hasta que los sucesos se asienten y emerja un modelo claro. Blogueamos ahora, mientras las noticias nos llegan y los hechos aparecen. Esto es parcialmente cierto para todo tipo de periodismo, que es, como su etimología sugiere, una escritura diaria, siempre sujeta a revisiones subsecuentes. Y un buen columnista irá ajustando su posición, juicio, e incluso su lealtad política a lo largo del tiempo, en dependencia de los sucesos. Pero un blog no es tanto escribir diariamente como escribir cada hora. Y con ese nivel de temporalidad, la provisionalidad de cada palabra es cada vez más ajustada –y el riesgo de error o la excitación de la presciencia mucho mayor.

Ningún columnista, reportero o novelista tendrá nunca sus cambios instantáneos o sus pequeñas y constantes contradicciones tan implacablemente expuestos como un blogger. Un columnista puede ignorar o evitar un tema menos visiblemente que un blogger, que coloca sus pensamientos en píxeles varias veces al día. Un reportero puede esperar –debe esperar– hasta que cada fuente haya sido confirmada. Un novelista puede pasar meses o años antes de comunicar sus palabras al mundo. Para los bloggers, el plazo de entrega es siempre ahora. Bloguear, en consecuencia, es a la escritura lo que los deportes extremos son al atletismo: algo más libre, más propenso al accidente, menos formal, más vivo. Es, en muchos sentidos, escribir en voz alta.

Acabas escribiendo sobre ti mismo, dado que eres un punto relativamente fijo en constante interacción con las ideas y los hechos del mundo exterior. Y en ese sentido, la forma histórica más cercana a los blogs es el diario. Pero con esta diferencia: el diario es casi siempre un asunto privado. Su cruda honestidad, su dedicación a marcar la vida a medida que sucede y a recordar la vida tal y como era, lo convierte en una bitácora terrestre. Pocos diarios están pensados para ser leídos por otros, desde luego, de la misma manera que la correspondencia –que suele serlo sólo póstumamente, o como una forma de compilar hechos para un acercamiento autobiográfico más completo. Pero un blog, al contrario que un diario, es instantáneamente público. Transforma la más personal y retrospectiva de las formas en algo dolorosamente público e inmediato. Combina el género confesional con la forma de la bitácora y expone al autor de una forma en que ningún autor había sido expuesto anteriormente.

R ecuerdo mis primeros agarrones sobre qué poner en mi blog. Era durante la primavera del 2000 y en aquel momento, como escritor freelance, tenía la vaga noción de que necesitaba estar presente “online.” No sabía claramente qué hacer, pero un amigo que dirigía una compañía de diseño de webs se ofreció a crearme un sitio web, y, puesto que yo era tecnológicamente inepto, también accedió a colocar en el mismo varios ensayos y columnas a medida que yo los iba escribiendo, hasta que me llamó un día y me dijo que había encontrado una plataforma en línea tan simple que en lo adelante yo mismo podría colocar todo lo que escribía. La plataforma se llamaba Blogger.

A medida que colocaba columnas o links a libros o viejos ensayos, se me ocurrió que podría colocar también nuevos escritos, escritos que podrían ser exclusivos para el blog. ¿Pero qué? Como cualquier nueva forma, a bloguear no empecé desde cero. Evolucioné a partir de distintas tradiciones periodísticas. En mi caso, tome cosas de mi experiencia con la gran prensa para navegar en un mar virgen. Tuve varias inspiraciones previas: la vieja sección “Notebook” de The New Republic, una revista que, bajo la dirección de Michael Kinsley, había presentado una manera más inglesa de comentario agudo, cortante, dentro de lo que había sido el hgénero más elevado de escritura norteamericana de opinión. The New Republic fue también un pionero del comentario de última página, concebido como una forma más personal, ensayística, del periodismo de opinión. Mezclando los dos géneros, hice aquello para lo que me habían entrenado –e improvisé.

Ya había escrito con anterioridad para internet, colaborando en un listserv de escritores gays y ayudando a Kinsley a iniciar una forma más discursiva de escritura en línea para Slate, la primera revista publicada exclusivamente en la Red. Tan pronto como comencé a escribir así, me di cuenta que la forma online recompensaba un tono coloquial, inacabado. Durante uno de mis primeros experimentos guiados por Kinsley, éste me urgió a no pensar demasiado a fondo antes de escribir. Así, pues, escribí como si escribiese un e-mail, con tan sólo una pizca más de circunspección. Esto es arriesgado, desde luego, como podrá atestiguar cualquiera que haya clicado Enviar en un momento de cólera o dolor. Pero bloguear requiere aceptar esos riesgos, más una voluntad de caerse del trapecio que de fallar a la hora de dar el salto.

A los pocos días de usar la forma, ya estaba enganchado. La simple experiencia de ser capaz de comunicar directamente mis propias palabras a los lectores era una estimulante liberación literaria. Al contrario que la actual generación de escritores, que nunca han hecho nada más que bloguear, yo conocía de primera mano lo que significaba la alternativa. Había editado un semanario impreso, The New Republic, durante cinco años, y escrito incontables columnas y ensayos para numerosos medios tradicionales. Y durante todo ese proceso me había irritado, como sucede a muchos escritores, ante los interminables retrasos, revisiones, política de oficina, peleas editoriales y recortes de último minuto debido al espacio que trae consigo la edición sobre árboles muertos. En comparación, bloguear –incluso para una audiencia de unos pocos cientos de personas– era intoxicadoramente libre. Como tomar un narcótico.

Era obvio desde un principio que se trataba de algo revolucionario. Desde la aparición de la imprenta, cada escritor ha deseado una manera de publicarse a sí mismo y alcanzar –instantáneamente– a cualquier lector sobre la tierra. Cada escritor profesional ha pagado algunos derechos de peaje esperando la aprobación de un editor, o sufriendo la incompetencia del editor, o siendo reducido a polvo literario por una legión de revisores de datos y correctores. Si a todo ello añades el tiempo que un escritor tenía que emplear antaño en buscar una editorial, impresionar a los editores, adular a los propietarios y revisar las galeradas, encontrarás toda otra vida enterrada en esos intersticios. Pero con un click en el botón de Publicar, todos estos problemas se evaporan.

Por desgracia, como pronto descubrí, esta súbita libertad llegada desde lo alto fue inmediatamente remplazada por una insurrección desde abajo. A los pocos minutos de colocar yo algo, incluso en los primeros días, los lectores respondían. El correo electrónico parecía haber desatado su bestia interna. Eran más brutales que cualquier editor, más quisquillosos que cualquier editor y más emocionalmente inestables que cualquier colega.

De nuevo, es difícil exagerar lo diferente que es esto. Los escritores pueden ser sensibles, almas vanidosas que requieren el gentil cuidado de editores, y extrañamente susceptibles a los golpes recibidos por los reseñistas. Sobreviven, en su mayoría, pero la delgadez de sus pieles es legendaria. Aún más: antes de la blogosfera, reporteros y columnistas estaban ampliamente escudados frente a este tipo de ataque directo. Sí, podían llegar las cartas al editor y se podían anular suscripciones. Pero los reporteros y columnistas tendían a operar dentro de un relativo santuario, respondiendo tan sólo ante sus editores, no ante los lectores. Durante largo tiempo, las columnas fueron esencialmente monólogos publicados frente al aplauso, los murmullos apagados, el silencio, o un distante abucheo. Me habían destrozado antes –pero de una forma amorfa, distante y con retraso. Ahora la respuesta era instantánea, personal y brutal.

Y es así como el blogueo encontró su propia respuesta frente al defensivo contraataque del periodismo establecido. Ante las acusaciones de falta de inexactitud y falta de profesionalidad, los bloggers podían señalar el salvaje e inmediato escrutinio de sus lectores. Al contrario que los periódicos, que pueden eventualmente publicar correcciones en un recuadro apartado del error original, los bloggers tenían que corregirse en el mismo espacio y en el mismo formato que el error original. La nueva forma era más responsable, no menos, porque no hay nada que impulse más la profesionalidad que ser públicamente humillado por una torpeza. Desde luego, un blogger puede ignorar un error o simplemente negarse a reconocer sus fallos. Pero si persiste, será arrasado por sus competidores, asaltado por los comentaristas y abandonado por los lectores. En una era en que la prensa tradicional se encuentra acosada por escándalos tan distintos como los de Stephen Glass, Jayson Blair y Dan Rather, los bloggers han sobrevivido el primer asalto por su propia valía. Con el tiempo, de hecho, los altos estándares que se esperaban de parte de los bloggers con más tráfico se han convertido en mayor responsabilidad, transparencia y puntillosidad entre los poderes periodísticos que ya existían. Incluso los columnistas del New York Times se han visto forzados a admitirlo cuando se han equivocado.

El blog, desde luego, ha seguido siendo un medio superficial. Por superficial, simplemente apunto que el bloguear recompensa la brevedad y la inmediatez. Nadie quiere leer un tratado de nueve mil palabras en línea. En la red, los links de una sola palabra son tan legítimos como las diatribas de mil palabras –de hecho, a menudo son más valorados. Y, como me dijo Matt Drudge cuando busqué consejo del maestro en 2001, la clave para comprender un blog es asumir que se trata de una emisión, no de una publicación. Si deja de moverse se muere. Si deja de remar, se hunde.

Pero la superficialidad escondía una profundidad considerable –una gran profundidad, desde una perspectiva distinta a la que podía ofrecer la prensa tradicional. La razón era una simple innovación tecnológica: el hipervínculo. Un columnista de la vieja escuela puede escribir ochocientas palabras brillantes analizando o comentado, por ejemplo, un nuevo informe de un equipo de estudios o una encuesta científica. Pero al leerlo en papel tienes que aceptar como acto de fe la presentación del columnista, o ser convencido por una breve cita (que siempre puede estar fuera de contexto). En línea, un hipervínculo a la fuente original trasforma la experiencia. Sí, algunas frases de enlace pueden no ser tan satisfactorias como una columna entera, pero la habilidad de leer el material original instantáneamente –con tanto cuidado o descuido como prefieras– puede añadir más contexto que cualquier cosa impresa. Incluso la cita escogida por un blogger puede ser comprobada, sin esfuerzo alguno, contra el original. Esta innovación, que antecede a los blogs pero ha sido popularizada por éstos, es cada vez más común en el periodismo establecido.

Un blog, en consecuencia, cabecea sobre la superficie del océano pero está anclado en aguas mucho más profundas que aquellas que la prensa impresa es capaz de explotar tecnológicamente. Le resta un poco de poder al escritor, desde luego. El blogger puede apañarse con menos y tener menos pretensiones de autoridad. Es –más que cualquier escritor del pasado– un nodo entre otros nodos, conectado pero incompleto sin los links, los comentarios y los rastreos que hacen la blogosfera; en el mejor de los casos, una conversación más que una producción.

Un escritor completamente consciente de ello y en paz con la provisionalidad de su propio trabajo no es nada nuevo. Durante siglos, los escritores han experimentado con formas que sugieren la imperfección del pensamiento humano, la inconstancia de los asuntos humanos y el paso humillante y castigador del tiempo. Si se compara el incesante vagabundeo, los diálogos inquisitivos y no resueltos de Platón con los tratados definitivos y lógicos de Aristóteles, se ve la diferencia entre el espíritu de un escéptico llevado a la escritura y un espíritu que busca sacar alguna finalidad de la discusión. Tal vez la mejor pieza de apologética cristiana, los Pensamientos de Pascal, no son sino una serie de vagas, cortas e incompletas punzadas de discusiones, observaciones y ensimismamientos. Su falta de conclusión es lo que los hace tan atractivos –polémicamente más atractivos que un pulido tratado de Aquino.

O tomemos las brillantes polémicas de Karl Kraus, el editor y principal escritor de Die Fackel, que se complacía en irritar constantemente a la autoridad con aforismos cortantes y súbitas ráfagas de invectivas. Kraus disponía de algo raro en su momento: la capacidad financiera de autoeditarse. Ello le garantizaba una ausencia de preocupaciones que ahora está al alcance de cualquiera que pueda permitirse una computadora y una conexión de Internet.

Pero tal vez el blogger avant la letre quintaesencial fue Montaigne. Sus ensayos fueron publicados en tres grandes ediciones, cada una de ellas más larga y compleja que la anterior. Escéptico apasionado, Montaigne corregía, añadía y amplificaba sus ensayos en cada edición, volviéndolos tridimensionales a través del tiempo. En las mejores traducciones modernas, cada ensayo está anotado, frase a frase, párrafo a párrafo, con pequeñas letras (A, B y C) para cada una de las ediciones, ayudando al lector a ver como cada reescritura añadía o subvertía, enfatizaba o ironizaba, la versión anterior. Montaigne vivía su escepticismo, atreviéndose a mostrar cómo un escritor evoluciona, cambia de opinión, aprende nuevas cosas, cambia de perspectiva, crece –y todo esto, lejos de ser algo que necesite ser escondido tras una capa de autoridad inmutable, puede ser una virtud, una nueva manera de considerar las pretensiones de autoridad, texto y verdad. Montaigne, en gran medida, también llenó sus ensayos con miríadas de eso que los bloggers llamarían external links. Sus propios pensamientos se entrelazan y complican con aforismos y anécdotas de otros. Investigadores de sus fuentes señalan que muchas de esas “citas” estaban deliberadamente fuera de contexto, añadiendo capas de ironía a una escritura que ya estaba saturada de dudas empíricas.

Bloguear en consecuencia consiste en dejar que tu escritura vague, mantenerla al alcance de la mano, abierta al escrutinio, permitirle flotar en el éter durante un tiempo y dejar que otros, como hizo Montaigne, te empujen hacia la verdad relativa. Un blogger se dará cuenta de ello casi desde el mismo comienzo. No es sorprendente que algunos de los que nos escriben emails saben más del tema que el blogger. Enviaran links, historias y hechos, desafiando la cosmovisión del blogger, a menudo rechazándola directamente, pero más a menudo, añadiendo contexto, matices y complejidad a una idea. El papel del blogger no es defenderse contra esto, sino abrazarlo. En esto se parece al anfitrión de una cena. Puede provocar discusiones, tomar incluso una posición apasionada, pero también debe crear una atmósfera en la que otros quieran participar.

Esta atmósfera inevitablemente estará conformada por la personalidad del blogger. La blogosfera puede en realidad, ser la última forma velada del foro en que un escritor se atreve a expresarse. Incluso el más cuidadoso y consciente de los bloggers puede revelar más de lo que quiere sobre sí mismo con algunas frases imprudentes, publicadas antes de que tenga el buen sentido de apretar Borrar. El sabio terror que paraliza a un escritor –el miedo a estar expuesto, deshecho, humillado– no está al alcance del blogger. No puedes bloquearte comoblogger. Tienes que expresarte ahora, mientras tu carácter explota, mientras tu humor dura. Puedes tratar de esconderte del escrutinio real, y la exposición que ello demanda, pero resulta duro. Y eso es lo que hace del blogueo una forma propia: es rica en personalidad. La falsa intimidad de la experiencia web, la cercanía del email y los mensajes instantáneos rezuman a través de ella. Sientes como si supieras cómo viven los bloggers, experimentan las mismas cosas que experimentas, y comparten el momento. Cuando los lectores de mi blog se tropiezan conmigo en persona, invariablemente se dirigen a mí como “Andrew”. Los que me leen en papel impreso no hacen eso. Para ellos soy Mr Sullivan.

En mi blog, mis lectores y yo experimentamos el 11-S en tiempo real. Puedo mirar hacia atrás y ver no ya cómo respondí a ese suceso sino cómo respondí a las 3:47 de aquella tarde. Y a las 9:46 de aquella noche. Existe algo vivo en esa inmediatez, algo con que lo impreso no puede rivalizar. Lo mismo pasa con el recuento del 2000, la guerra de Irak, las revelaciones de Abu Ghraib, la muerte de Juan Pablo II o cualquier otro tipo de suceso histórico de la última década. No hay forma de escribir sobre los mismos en tiempo real sin revelar una gran porción de ti mismo. Y el lazo íntimo que eso crea con los lectores es distinto al lazo que, digamos, The Times desarrolla con sus lectores a través de los mismos sucesos. Sólo frente a una computadora, en cualquier momento, hay dos personas: un blogger y un lector. La proximidad es palpable, el momento humano –cualquiera que sea la autoridad que el bloggertenga– no deriva de la institución para la que trabaja sino de la humanidad que conlleva. Se trata de escribir con emoción, no tan sólo bajo la superficie sino sacándola siempre a través de ella. Hace que un escritor y un lector no sólo conecten, sino que interconecten de una forma visceral, personal. El único término que realmente describe esto es amistad. Y es algo relativamente nuevo escribir para miles y miles de amigos.

Además estos amigos son parte integral del mismo blog –fuentes de consuelo, compañía, provocación, dolor y corrección. Si tuviera que hacer un inventario del material que aparece en mi blog, estimo que una buena tercera parte ha sido generada por los lectores, y que poco más de una tercera parte de mi tiempo lo empleo absorbiendo las opiniones de los lectores, sus comentarios y consejos. Los lectores me hablan de historias que acaban de aparecer, nuevas perspectivas y contraargumentos frente a los supuestos que prevalecen. Y esto es lo que el blogueo, a su vez, hace con el reportaje. El método tradicional implica a un periodista que busca fuentes clave, las alimenta y las mantiene lejos de sus rivales. Un blogger salpica juguetonamente en un tema y reta a las fuentes para que acudan a él.

Parte de ese material –emails de soldados en el frente de guerra, de científicos que explican nuevas investigaciones, de escritores disidentes de Washington demasiado asustados de lo que puedan pensar sobre ellos en sus propios reductos sectarios– nunca hubiera salido a la luz antes de la llegada de la blogosfera. Y parte del mismo es, desde luego, material dudoso. Los bloggers pueden ser desviados y engañados tan fácilmente como los escritores tradicionales –y la vigorosa manera de comprobar las fuentes que siguen los buenos reporteros no tienen que ver con el correo electrónico. Pero te sorprenderá lo que llega sin necesidad de pedirlo hasta la bandeja de entrada del correo, y cuan útil puede llegar a ser.

No todo es mera información. Mucho de ellos es también opinión y escolástica, una base de conocimiento que excede al departamento de investigación de cualquier periódico. Un buen blog es tu propia y privada Wikipedia. En realidad, la sorpresa más agradable de bloguear ha sido la gran cantidad de gente que trabaja en temas jurídicos, o académicos, o educando niños en casa, que tiene un talento literario y un conocimiento reales y que carecían de un medio –hasta ahora. Existe una distinción aquí, desde luego, entre el uso que hace un bloggercuidadoso de lo que llega a su email y la frecuente cacofonía apresurada de la sección de comentarios inmediatos. Pero la verdad esta ahí afuera–y el milagro del correo electrónico permite que llegue hasta ti.

Los bloggers colegas siempre están ampliando la base de su conocimiento. Hace ocho años, la blogosfera se percibía a sí misma como un montón de individuos chalados que luchaban entre sí. Hoy se percibe como un universo de chalados, con una vasta y vibrante audiencia, que luchan entre sí. Para el lector neófito, o para el blogger, puede parecer abrumador. Pero existe una conexión entre la intimidad de los primeros años y la industria en que se ha convertido hoy en día. Y esa conexión es la individualidad humana.

L os pioneros del periodismo online –Slate Salon– siguen siendo muy populares. Pero las estrellas más memorables del Internet –incluso dentro de esos dos sitios– llevan la etiqueta de lo personal. Daily Kos, por ejemplo, lo escriben cientos de bloggers y es corregido por miles de comentaristas, pero toma su nombre de Markos Moulitsas, que lo comenzó, y su propia prosa sigue articulando la primera página del blog. El agregador de noticias más grande el mundo, el Drudge Report, toma su nombre de su fundador, Matt Drudge, que de alguna manera le proporciona una sensibilidad unificada a través de la selección de links, imágenes e historias. El vasto, creciente universo de The Huffington Post sigue mostrando alguna apariencia de coherencia por el acento, medio griego y medio de Cambridge, de Arianna; todo el mundo del chismorreo que rodea el lavadero de Pérez Hilton; y el periodismo investigativo, las reseñas y comentarios de Talking Points Memo sigue estando unido por el tono de Josh Marshall. Incluso Slate es inimaginable sin la voz de Mickey Kaus.

Lo que permanece es la marca humana. Los lectores se han topado antes con este fenómeno antes –I. F. Stone’s Weekly nos viene enseguida a la cabeza– pero no hasta este punto. Surge, creo yo, del estilo conversacional que recompensa al blogueo. De un conversador esperas que tenga tanto carácter como autoridad. Y si piensas que bloguear es más como un programa de micrófono abierto o una agencia de noticias que una revista de opinión o un diario, entonces este énfasis personalizado resulta menos sorprendente. La gente tiene una voz para la radio y una cara para la televisión. Para bloguear tienen una sensibilidad.

Pero escribir en este nuevo formato es una empresa colectiva tanto como individual –y las conexiones entre bloggers son tan importantes como el contenido de los blogs. Los links no sólo conducen la conversación, sino a los lectores. Cuanto más enlaces, más serás enlazado por los demás y más tráfico tendrás. El juego de la vieja prensa de sumar ceros –en el queTime se beneficia del declive de Newsweek y viceversa– se convierte en una situación en la que todos ganan. Es bueno para Time estar enlazado a y por Newsweek, y a la inversa. Una de las estadísticas más apreciadas de la blogosfera no es el número total de lectores o páginas vistas, sino la “autoridad” que obtienes al ser enlazado por otros blogs. Es una indicación de lo central que es la conversación online con la humanidad.

La razón de que este mercado abierto del pensamiento y la escritura tenga tanto potencial es que una mente colectiva que se ajusta y evoluciona siempre puede filtrar rápidamente malos argumentos y malas ideas. La otra cara de la moneda, es, desde luego, que los bloggers son también seres humanos. La razón no es el único combustible en su depósito. En un mundo donde no se hacen distinciones entre el tráfico bueno y malo, y en donde la emoción a menudo manda, siempre habrá quien alce su voz para dominar la conversación; otros que adulen desvergonzadamente los prejuicios de sus lectores; otros que comenzarán peleasonline para divertirse. Sensacionalismo, basura y la facilidad de hablar a base de fórmulas preconcebidas es algo que siempre atrae. Puedes desaparecer en la blogosfera sectaria y nunca tropezar con un sitio con el que no estés de acuerdo.

Pero los enlaces mitigan esto. Un blog demócrata se encuentra, por ejemplo, forzado a enlazar a otros republicanos, aunque sólo sea para atacarlos o burlarse de ellos. Y es conveniente para ambos bandos generar tráfico compartido. Esto anima peleas polarizadas. Pero online, al menos, puedes ver los dos bandos. Leer The Nation o National Review antes de que existiese Internet permitía encerrarse en un capullo más fácilmente que las esclusas bien abiertas de ahora. Existe más descortesía, pero también existe más fluidez. La grosería es en cualquier caso lo peor que le puede suceder a un blogger. Ignorar a un blogger una grosería. Tal vez la cosa más fea que le puedes hacer a otro blogger es destrozarlo y después no ofrecerle un link.

Un blog exitoso, en consecuencia, debe estar balanceado entre la opinión de quien lo escribe y la de los demás respecto al mundo. Algunos bloggers recogen, o “agregan”, los post de otros bloggers con docenas de links rápidos y una opinión minimalista en lo alto: Glenn Reynolds en Instapundit hace esto para la centro-derecha; Duncan Black en Eschaton lo hace para la centro-izquierda. Otros son más eclécticos, o agregan links en un área de especialización particular, o se dedican a servir a una base de lectores ya asentada y conocedora. Un “blogroll” es un indicador de a quién respetas lo suficiente como para mantenerlo en tu galaxia. Durante muchos años, mantuve mis hábitos de lectura y conexión limitados a un pequeño grupo de amigos bloggers políticos. En la blogosfera actual hacer esto es abrazar la marginalidad. He añadido desde hace tiempo links a blogs religiosos, literarios, científicos o sencillamente raros. A medida que la blogosfera ha crecido más allá de la capacidad para ser absorbida por cualquiera, he necesitado un ayudante y varios internos para recorrer la web en busca de enlaces, historias y fotografías con las que responder o sobre las que reflexionar. Es un difícil equilibrio, entre tus propios intereses y obsesiones, y el conocimiento, introspección y sabiduría de los demás –pero resulta algo increíblemente rico. Hay veces, de hecho, que un blogger se siente menos como un editor que como un pinchadiscos en línea, mezclando canciones y generando nuevas melodías a través de las mezclas mientras al mismo tiempo hace su propia música. Es a la vez artista y productor –y el ritmo nunca se detiene.

Si todo esto suena posmoderno es porque lo es. Y bloguear adolece de los mismos fallos que el posmodernismo; falla a la hora de dar una verdad estable o una perspectiva permanente. Un escritor tradicional es apreciado por sus lectores precisamente porque pueden confiar en que ha pensado largo y tendido sobre un tema, le ha dado tiempo para madurarlo en su cabeza y ha compuesto un escrito que merece ser leído y ponderado profundamente. Los bloggers no hacen esto, ni pueden hacerlo –y eso los limita mucho más que escribir de forma tradicional.

Un blogger aireará una gran cantidad de pensamientos o hechos sobre cualquier tema sin ningún orden particular aparte del dictado por el paso del tiempo. Un escritor, por el contrario, usara el tiempo para sintetizar esos pensamientos, ordenándolos, sopesando qué puntos cuentan más que otros, viendo cómo sus opiniones evolucionan con el mismo proceso creativo, y respondiendo al examen del editor con uno o dos esbozos. El resultado es casi siempre más medido, más satisfactorio y más duradero que una tormenta de posts. La noción triunfalista de que bloguear debe de alguna manera remplazar la escritura tradicional es tan alocada como perniciosa. De alguna manera, lo que bloguear aporta a nuestro discurso hace de las habilidades del buen escritor tradicional algo más valioso, no menos. El torrente de introspecciones blogosféricas, de ideas y discusiones regala un premio aún mayor a la persona que puede finalmente interpretarlo, convirtiéndolo en algo más sólido, duradero y gratificante.

Los puntos de este ensayo, por ejemplo, han aparecido a trozos y de manera fragmentaria en mi blog durante años. Pero verme forzado a ordenarlos en mi cabeza y pensar sobre ellos durante largo tiempo me ha ayudado a comprenderlos mejor, y tal vez incluso a expresarlos más claramente. Cada semana, tras varios cientos de posts, he escrito una columna periodística de verdad. Invariablemente acaba siendo más considerada, balanceada y equilibrada que el blog. Pero el blog siempre informa y enriquece la columna, y a menudo sirve de esbozo libre, de investigación asociativa. Y un ensayo como éste suscitará una discusión mejor, que será mejor manejada en un blog. La conversación, en otras palabras, es el punto y las diferentes jergas usadas por los conversadores contribuyen cada una a valorarla. Por eso, si bien los defensores de la vieja prensa de antaño vieron en el blogueo algún tipo de amenaza, ahora están comenzando a verlo como un umbral, y como un acicate.

Existe, después de todo, algo simplemente irremplazable en leer un fragmento de escritura impresa, sentado en una silla, en un sofá o en la cama. Para usar una analogía obvia, el jazz entró en nuestra civilización mucho después que la música compuesta, formal. Pero no la ha remplazado; y ningún músico de jazz pretenderá nunca hacerlo. El jazz simplemente demanda una forma distinta de ser interpretado y oído. El jazz y el blogueo son íntimos, improvisados e individuales –pero también inherentemente colectivos. Y, en ambos casos, la audiencia habla durante los mismos.

La razón por la que hablan mientras escuchan y comentan o se conectan mientras leen, es que comprenden que es un tipo de música que necesita ser enfrentada más que meramente absorbida. Oír jazz como se escucha un aria es equivocarse. Leer en el monitor, en pantallade escritorio o en un iPhone provoca una actitud quejumbrosa, impaciente, distraída, una demanda de información instantánea y útil, que simplemente no conduce a abrir una novela o una revista favorita en el sofá. Leer en papel evoca una respuesta más relajada y meditada. El mensaje dicta el medio. Y cada medio tiene su lugar –mientras uno no se confunda con el otro.

De hecho, a pesar de toda esa intensa aura de sufrimiento que rodea a los periódicos y las revistas, esta es una Edad de Oro para el periodismo. La blogosfera ha añadido un nuevo dialecto al acto de escribir y ha introducido a toda una generación completamente nueva a la no ficción. Ha permitido a los escritores escribir en voz alta de forma nunca vista o comprendida antes. Y sin embargo, ha expuesto un hambre y una necesidad por la palabra escrita que, en la era de la televisión, había parecido desvanecerse.

Las palabras, de cualquier tipo, nunca han parecido tan actuales.

Traducción exprés: Juan Carlos Castillón

Fuente: Penúltimos días