Friday, June 24, 2011

O ranchos o desarrollo

Este año se cumplieron 10 años de la partida de Arturo Úslar Pietri. El ensayo que El Nacional ofrece a los lectores del Papel Literario , de singular vigencia, fue publicado en este diario el 7 de enero de 1974. Dada su validez actual es recomendable hacer una nueva lectura de esta notable pieza del pensador venezolano.

Nuestro tiempo, en cierto modo, es el de las ciudades. Por primera vez en la historia, en los países industriales, vive más gente en las urbes que en el campo.

Esto hace que las ciudades crezcan de un modo continuo y casi incontenible y que los estudiosos del futuro lleguen a pensar en desmesuradas concentraciones humanas de una dimensión y de un carácter casi de pesadilla.

El desarrollo urbano aparece como consecuencia de la revolución industrial. Hasta el siglo XIX la producción era básicamente agrícola, minera y artesanal. La mayoría de la fuerza de trabajo estaba en el campo. En la ciudad habitaba una minoría que era la de más alto nivel cultural y que disfrutaba de todas las facilidades y ventajas de la vida urbana.

Con la revolución industrial que se desarrolla en el siglo XIX, las industrias tienden a establecerse en las ciudades y muy pronto la producción industrial sobrepasa a la de la agricultura, creando rápidamente un desequilibrio que trajo como consecuencia grandes concentraciones de población en las ciudades. En los grandes países industriales empezaron a surgir ciudades gigantescas como Tokio, como Londres, como París, como Nueva York, que rápidamente pasaron de tres a cuatro, a cinco millones de habitantes para alcanzar hoy el nivel de diez y doce millones que podría determinar que para fines de siglo algunas megalópolis puedan tener veinte o treinta millones de habitantes, acumulados en un inmenso perímetro urbano.

Esa impresionante explosión de población urbana ha revestido ciertas características indeseables, particularmente en países subdesarrollados. En esos países la población urbana ha crecido desmesuradamente por encima del desarrollo industrial, creando grandes aglomeraciones sin destino económico.

Son masas inorganizadas de emigrados del campo que no logran incorporarse funcional y útilmente a la ciudad, que acampan junto a ella en una especie de vida intermedia, que ya no es campesina pero que tampoco es urbana, en viviendas improvisadas que no llenan ninguna de las condiciones básicas deseables para una vivienda civilizada y en la que se hacina una población creciente. Eso es lo que llamamos en Venezuela los ranchos, en Chile villas callampas, en Argentina villas miserias, en el Brasil favelas y por otros nombres en otras partes, pero que constituyen exactamente el mismo fenómeno.

EL PETRÓLEO DESEQUILIBRIO

Caracas se mantuvo hasta hace no más de 35 años siendo una pequeña ciudad que era la capital de un vasto país rural. El área urbana comprendía no más de doce o quince cuadras en torno a la Plaza Bolívar, y el resto del valle era tierra de cultivo cubierto de haciendas de caña y frutos menores. La Venezuela rural llegaba hasta las puertas de Caracas y todo el resto de la población estaba diseminada a lo ancho del país en actividades agrícolas, en aldeas o en pequeñas poblaciones. Esa misma proporción que hacía de Caracas la pequeña capital de un extenso país agrícola se mantuvo por la mayor parte de su existencia. Esa pequeña ciudad tenía un perfil urbano definido con rasgos y caracteres propios de cuidad de país agrícola, con un equilibrio sano entre ella y el territorio.

Todo eso cambia cuando aparece el petróleo. El problema venezolano en esto es distinto de otros países. No fue que ocurriera una revolución industrial y que empezaran a crearse grandes industrias que atraían mano de obra campesina que se hubiera adaptado e incorporado a las exigencias de trabajo de la industria.
Los campesinos que llegaban a Caracas no venían a convertirse en obreros de la industria, porque no había un desarrollo industrial suficientemente poderoso para provocar semejante migración. Venían hacia las ciudades en busca del rescoldo de la riqueza petrolera que el gobierno ponía a circular en ellas. El desarrollo de la producción petrolera hizo al Estado venezolano extraordinariamente rico, pero esa riqueza absorbía directamente muy poca mano de obra. Hoy en Venezuela toda la producción, de la que vivimos todos los venezolanos, la produce el trabajo de menos de treinta mil personas, lo que significa en cierto modo que una población de once millones de habitantes está viviendo básicamente de lo que producen cuarenta mil personas. Este desequilibrio no existía en la Venezuela pre-petrolera, cuando el país vivía de la producción de un millón de trabajadores agrícolas, que representaban las dos terceras partes de la población activa. Había un equilibrio entre población-empleo y producción.

Esa riqueza nueva tan desproporcionadamente producida la ha distribuido el Estado venezolano de mil maneras, creando empleos, financiando actividades económicas, dando subsidios y ayudas y construyendo obras públicas. En busca del señuelo de esas facilidades se ha desplazado esa migración campesina hacia la ciudad, sin estar preparada para incorporarse a ella. Pudieron llegar pero no pudieron incorporarse al trabajo y a la comunidad urbana y se refugiaron en el hacinamiento de los ranchos.

NO BASTA CON VIVIENDAS

Algunos de manera simplista piensan que este es un problema de vivienda, que se resuelve construyendo habitaciones. Claro que es un problema de vivienda y que lo primero que habría que resolver es ese problema de gente que vive hacinada en un cajón de tablas, sin servicios higiénicos, sin agua, sin calles, sin cloacas, en la mayor insalubridad que no solamente los amenaza a ellos, sino a toda la ciudad. Es un milagro que Caracas no sea una de las ciudades más azotadas por epidemias en el mundo, tal vez se debe al sol pero, lógicamente, con una población de cerca ce quinientos mil habitantes que no tienen cloacas, ni agua corriente, ni recolección de basura, debería ser una de las ciudades de más alta morbilidad del mundo.

Esas condiciones infrahumanas pueden ser remediadas con viviendas, pero quedaría en pie el problema que no es de vivienda solamente, sino de estilo de vida y de capacidad de trabajo. Esa población que viene de los campos y se instala en los ranchos es difícilmente asimilable para una ciudad. La mayoría no viene preparada para incorporarse a la vida urbana, no tiene nada que ofrecer en el mercado de trabajo de una ciudad, viene de una actividad que ella conoce, a la que estaba incorporada, que es una actividad agrícola que, lógicamente, no puede desarrollar en la ciudad. Llegan condenados a subsistir en una marginalidad extrema, realizando pequeñas actividades ocasionales que no requieren ninguna preparación, en transportar cosas, llevar mensajes, vender billetes de lotería, en una especie de fatalidad de subempleo crónico que no les permite subir y mejorar económicamente porque no representan una fuerza de trabajo aprovechable para la ciudad, para lo que una ciudad necesita. Una ciudad necesita obreros calificados, albañiles, mecánicos, gentes que sepan manejar una máquina, eso no lo han aprendido ellos, no lo pueden aprender solos y nadie se los enseña sistemáticamente.

En la proliferación de esa vivienda llena de peligros y de riesgos, que es el rancho, entran gentes de muchas clases. No son todos campesinos que han venido atraídos a través de la televisión, del radio, del cine y de la propaganda, por el resplandor de una vida atractiva en la ciudad, sino que muchos de ellos salen de la ciudad misma se desincorporan o rechazan la posibilidad de incorporarse a la vida urbana para vivir sin las obligaciones, las limitaciones y las exigencias de un habitante de la ciudad. No faltan entre ellos quienes tienen ingresos que les permitan vivir de una manera decente y civilizada, pero la rechazan para ir a formar parte de esa especie de subcultura del rancho. Hay una subcultura del rancho que es negativa y amenazante, porque además del problema higiénico plantea el del estilo de vida, el problema que pudiéramos llamar de repudio de la vida civilizada por una gran parte de la población.

INCORPORAR A LA VIDA CIVILIZADA

En esa zona no-urbana que rodea a Caracas, se está desarrollando un estilo de vida que comprende alrededor de quinientas mil personas. Es una forma de asociación primitiva caótica, insalubre, que favorece la promiscuidad y el delito y que desconoce valores y normas fundamentales de nuestra civilización. Sin espacio, sin orden, sin ley, sin higiene en hacinamiento inorgánico y destructivo, en perpetua situación de autodefensa y agresión, atenazados de necesidades, abandonados a los instintos, privados en muchos casos de una formación familiar, abandonados del padre, entregados a los muy limitados recursos y posibilidades de una mujer sola y pobre, cargada de hijos, en una especie de matriarcado anacrónico, centenares de millares de venezolanos se encuentran segregados de los más elementales bienes de una sociedad urbana.

Esa forma de vida tiende a crear una mentalidad, una manera de ser, unos hábitos antisociales que hacen muy difícil la incorporación a una civilización urbana. Están en una ciudad, por lo menos al borde de ella, pero no en lo económico, ni en lo social forman parte de ella. No están incorporados.

De esa magnitud es el problema que plantea el rancho. Habría que enfocar este problema mucho más a fondo de lo que hasta ahora se ha hecho. Generalmente se ha hecho con un criterio exclusivamente de vivienda, pero no basta con la vivienda para resolver el vasto y complejo problema de esas gentes que viven en condiciones absolutamente inadmisibles, en donde se están creando generaciones enteras que van a formar parte de un conjunto de nociones y actitudes inconciliables con ningún ideal de progreso civilizado. El problema no es solamente de vivienda. Hay un problema de vivienda pero es sólo una de las fases del problema, porque si se encontrara dinero para construir todas las que requieran, el problema de la incorporación seguiría sin resolver. Muchos de los que así viven no tienen justificación para hacerlo, porque tienen un trabajo estable y satisfactoriamente remunerado que los incorpora efectivamente a la red de relaciones de producción y de intercambio de una ciudad, pero la mayoría no está preparada para incorporarse a la vida urbana y por tanto parece condenada a permanecer allí en una condición que habría que llamar por su verdadero nombre, de refugiados, de gente que ha huido de un estilo de vida al que pertenecieron por muchos años, que era la vida rural, y que se han venido en busca de la ciudad y sus posibilidades, donde no logra entrar y han creado esa especia de subcultura de transición, en la que se están destruyendo valores importantes en esta situación caótica de la barriada, de los ranchos, donde no sólo no hay calles, sino tampoco ninguna de las estructuras sociales que pretendemos que caracterizan una vida civilizada.

De modo que el problema es mucho más amplio. Habría que tomarlo en su conjunto y entonces señalar quiénes viven en ranchos que no deberían vivir en ellos y no permitírselo, y luego ocuparse seriamente de aquellos que tienen que vivir en ranchos porque carecen de ninguna otra posibilidad. A ese refugiado del campo, inadaptado e indefenso, hay que prepararlo para incorporarse a la vida urbana, es decir, habría que crear instituciones y servicios que a ese hombre le enseñaran actividades que tienen un mercado en la vida urbana, habría que prepararlo a incorporarse a la vida urbana de un modo útil, permanente y valioso y entonces, como consecuencia, el problema de la vivienda quedará resuelto por añadidura, porque ese trabajador incorporado a la ciudad tendrá una capacidad productiva y un ingreso estable que le permitirán la adquisición de una vivienda cómoda e higiénica, a largo plazo y a bajo precio.

EL NIÑO EN LA ESCUELA DEL CAOS

El aspecto más doloroso de este problema lo constituye el niño. Abundan los niños en las barriadas, que crecen en el abandono, la miseria y la ignorancia expuestos a todas las desviaciones y daños físicos, morales e intelectuales. Muchos no conocen la presencia formadora del padre y de una estructura familiar estable, nacidos dentro de un caótico desorden de tipo matriarcal, mal sostenidos, mal sostenidos y nada guiados por una infeliz mujer sin recursos, sin apoyo, sin conocimientos, que lucha en una pelea perdida con la vida, cargada de hijos de sucesivos hombres irresponsables, para quien resulta totalmente imposible criar, educar y formar de un modo aceptable aquellos hijos que han venido a representar una forma de su desgracia.

La consecuencia de esta dolorosa situación es un decalaje y una destrucción de valores sociales y de nociones sobre las cuales se estructuran las sociedades progresistas. La existencia de esta subcultura no solamente constituye un problema de higiene, de educación o de vivienda sino, en el verdadero y más amplio sentido de la palabra, un problema de destino nacional. Un país que no sea capaz de resolver esto es un país que está amenazado profundamente en su futuro, que va a enfrentarse a una situación que puede ser muy grave a muy corto plazo, porque cómo se va a construir en torno a unos ideales proclamados en una Constitución y en unas Leyes, cómo se va a incorporar el acuerdo con unas normas que creemos establecidas en nuestro sistema educativo, a quienes estamos dejando vivir en formas que no los preparan sino para desajustarlos, inhabilitarlos y hasta destruirlos con respecto al marco social de un país civilizado.
En este momento se estima que en Caracas hay entre cuatrocientas y quinientas mil personas que viven en estas condiciones, entre quienes están allí por extrema necesidad y quienes no deberían estar allí. Hay también empresarios de ranchos que construyen y alquilan ranchos en cantidad, en una explotación inicua de la miseria, que la ley prohíbe, porque nadie está obligado a pagar alquileres de ranchos, no solamente que no está obligado sino que la autoridad lo protege para que no lo pague. Sin embargo, se hace muy poco para impedírselo, porque en todo esto hay una lenidad culpable por parte de las autoridades. Está creciendo esta manera de vivir caótica, sin normas, sin estímulos de progreso, en una forma de desintegración individual y social de muy negativas consecuencias.

CON RANCHOS NO HAY DESARROLLO

Hoy, de cuatro habitantes de Caracas uno vive en rancho, pero es posible, si no se encara esta situación para remediarla a fondo y transformarla positivamente, que ese mal social contrario al progreso y a la civilización, aumente continuamente hasta que en diez o quince años más de la mitad de los habitantes de Caracas vivan en semejantes condiciones. Para ese momento Caracas ya no será una ciudad sino un primitivo y doloroso amontonamiento y, lo que es más grave, la posibilidad de que Venezuela llegue a ser un país desarrollado estará profunda y gravemente comprometida, porque no ha sido capaz de incorporar su población a una forma de vida civilizada. Esto es lo que plantea el rancho, nada más y nada menos.

Desgraciadamente nunca se ha encarado este problema con la seriedad debida. Hay algo que va más allá del aspecto miserable de la vivienda y lo que pudiéramos llamar el dolor por la situación infrahumana en la que vive tanta gente. Lo que está en juego va mucho más allá, está en juego toda la posibilidad misma de crecimiento del país. Si los venezolanos no somos capaces de tomar esta gente desplazada del campo, que ha venido atraída por el resplandor de una vida urbana para la cual no está preparada, y clasificarla y adaptarla y enrumbarla hasta agregarle en un plazo corto la incorporación efectiva, que no solamente consiste en que puedan vivir en una vivienda decente sino que formen parte útil y productivamente de la vida de una ciudad moderna, si no somos capaces de lograrlo a tiempo y eficazmente, habremos fracasado como sociedad y como nación, porque hasta entonces todos los planes de desarrollo que podamos concebir estarán construidos sobre una base de arena deslizable, que fatalmente un día dará al traste con todo lo que deseamos y esperamos. No es una cuestión sólo de humanidad o de caridad hacia quienes viven en condiciones infrahumanas, es un problema de destino colectivo: o somos capaces de incorporar esa población marginal o esa población marginal va a crecer, va a ser mayoría y dará al traste con toda posibilidad de desarrollo. Es de ese tamaño el problema, que no es de vivienda solamente, sino de adaptación, de incorporación a una vida social civilizada de gran cantidad de seres desplazados que viven en una subcultura autodestructiva, que está en la más flagrante contradicción con las aspiraciones de progreso y bienestar que pueda alentar un país que aspira al desarrollo.

En esa dimensión está colocado el problema y en esa dimensión tiene que ser resuelto.

CASA USLAR PIETRI

El castrismo: una herencia económica catastrófica

Por Alberto Recarte

Cuba es el país que más ayuda exterior, en términos absolutos y relativos, ha recibido del mundo al que intentó exportar su revolución.

En este trabajo, publicado en el número 135 de la revista Estudios Empresariales de Deusto Business School – Campus de San Sebastián, se expone la política económica del castrismo, sus concepciones y sus consecuencias. Esta comenzó siguiendo el dictado del Che Guevara pretendiendo eliminar hasta el mismo dinero. Luego se convirtió a la planificación central. De la Unión Soviética recibió abundantes subvenciones, pero su desaparición le obligó a adoptar incentivos. La Venezuela chavista volvió a garantizar la supervivencia del régimen dictatorial de los Castro. Por todo ello, Cuba es el país que más ayuda exterior, en términos absolutos y relativos, ha recibido del mundo al que intentó exportar su revolución.

La falta de un sistema económico mínimamente racional y eficaz explica su triste situación actual: su capacidad de producción mengua sin cesar y todo cuanto logra es mantener un nivel de vida mínimo. Lo más triste de todo es que a la oligarquía castrista lo único que les preocupa es reformar su economía para mantener su poder absoluto.

Hace mucho tiempo que no hay datos fiables, siquiera aproximados, sobre la economía cubana. Desde 1959 a 1969, el castrismo fue guevarista, empeñado en la destrucción de la contabilidad y del dinero como medio de pago. Tras el fracaso de la zafra de los 10 millones, en 1969, el castrismo se convirtió a la planificación soviética. Por unos años, hasta que la subida de los precios del azúcar en el periodo 73-76 y el aumento de la ayuda de la URSS permitieron a Castro involucrarse en las guerras africanas: Angola, Somalia, Etiopía y Eritrea fueron algunos de los países en los que hubo ejércitos cubanos desde 1976 hasta mediados de los ochenta. La economía cubana pasó a ser la de un país en guerra, volcada a la intervención exterior, sometida a las necesidades de los grandes ejércitos a los que acompañaban sanitarios y educadores. La perestroika de Gorbachov puso fin a las intervenciones exteriores del ejército cubano. La caída del muro en 1989 y la desaparición de la URSS dejaron a la economía cubana sin los subsidios soviéticos que supusieron, como mínimo, alrededor del 30% de su PIB anual desde 1970 a 1990. La economía cubana entró, entonces, en lo que se denominó un “periodo especial”, caracterizado por la adaptación a una situación en la que la ayuda soviética había desaparecido. Fue el segundo periodo desde 1959 –el primero ocurrió entre 1970 y 1976– en el que el líder máximo aceptó la introducción legal de algunos incentivos económicos, hasta que la conquista del poder por Chávez en Venezuela permitió, desde principios del nuevo siglo, recuperar subsidios del exterior y asegurar que la población no pasara hambre. Fidel Castro eliminó entonces algunas reformas e intentó retomar los principios guevaristas. Cuba volvió a ser “anti-capitalista” sin intentar, siquiera, la planificación. La enfermedad de Fidel Castro y los límites de la ayuda de Chávez obligaron, hace ahora alrededor de cinco años, por tercera vez a iniciar otra política de reformas para permitir que una mínima racionalidad elevara la producción y el comercio de alimentos y algunos otros productos básicos. Ésta ha sido la historia de la política económica del castrismo. El siguiente capítulo comenzará cuando muera el tirano.
«Lo único que preocupa a la oligarquía castrista es cómo reformar la economía para mantener el poder político absoluto de la nomenclatura.»

Mientras en el exterior discutimos sobre si el régimen castrista evolucionará hacia un modelo chino o vietnamita, en el interior lo único que preocupa a la oligarquía castrista es cómo reformar la economía para mantener el poder político absoluto de la nomenclatura, en la que participan la familia Castro, los mandos militares, la policía política y los burócratas del régimen. En la duda, se ha depurado a los que querían más cambios y más poder, y se ha optado, nuevamente, por la represión política y autorizado unas mínimas reformas para evitar las hambrunas.

En la Cuba castrista no hay estadísticas fiables, ni mediciones homogéneas de la actividad, ni un sistema de precios que permita asignar los recursos en función de su rentabilidad. Hay precios que no se han movido desde principios de los años 60, otros de los 70, los 80 y los 90, hasta precios actualizados –algunos, incluso, en dólares– para un pequeño conjunto de bienes de importación que se pueden adquirir por toda la población o por pequeños grupos, seleccionados con criterios políticos. Desde 1993 hasta 2004, en Cuba convivieron tres monedas: el dólar norteamericano, el peso cubano convertible –que tenia la misma cotización que el dólar– y los pesos nacionales, que tenían un tipo de cambio oficial de 24 pesos nacionales por 1 peso convertible. En 2004, aprovechando la mejoría que supuso la ayuda venezolana, se prohibió la circulación del dólar norteamericano. En 2005 el peso convertible fue revaluado un 8% en relación con el dólar. En 2011 se ha vuelto a la paridad peso convertible-dólar norteamericano para intentar mejorar la competitividad del sector turístico.

El único factor de homogenización para medir lo que se produce y lo que se invierte es el conjunto de precios del mercado negro en el que se comercializan dólares, pesos convertibles, pesos nacionales no convertibles y algunos bienes y servicios. En este mercado, la oferta y la demanda fijan precios; precios que, obviamente, dependen de la cantidad de pesos que pone en circulación el Banco Central, de la cantidad de pesos convertibles que tiene a la población –por transferencias de los exiliados a sus familias–, del suministro de productos alimenticios que se permite que los campesinos vendan en los mercados y algunos servicios que, legal o ilegalmente –en su mayoría– se comercializan también en esos mercados, y de la importación de bienes de consumo, duraderos y no duraderos, que lleva a cabo el Estado cubano y que legal –y sobre todo ilegalmente– terminan, también, en el mercado negro.

Estos precios, precios del mercado negro, no existen para las autoridades. De hecho, los responsables económicos no utilizan ningún sistema de precios para tomar decisiones económicas. Saben que los oficiales son ficticios. Las decisiones económicas se toman por los “planificadores” en función de las carencias; por ejemplo, la falta de carbón para poner en funcionamiento las centrales térmicas existentes, la falta de transportes para la población, la falta de camiones para mover mercancías, las faltas graves de alimentos, de medicinas, de camas de hospital o de quirófanos. Y, por supuesto, la falta de energía eléctrica. Los salarios, por su parte, se fijan para que la mayoría pueda pagar los mínimos suministros que se consiguen con la raquítica cartilla de racionamiento, con los que es imposible vivir. En eso consiste la política económica. En intentar resolver los cuellos de botella que se presentan y que nadie muera de hambre. El resto es un lujo. Lo es la alimentación no racionada, la vivienda, la electricidad, los libros, la atención hospitalaria, las medicinas, los coches y camiones, los carburantes, el vestido, el calzado…
«Nadie puede disponer de medios económicos suficientes para vivir al margen de lo que decida el líder máximo.»

El castrismo, como ideología, sólo tiene un dogma: que “el comandante” es el único cubano con capacidad para pensar y decidir lo que necesitan sus súbditos. El dogma tiene dos caras: la primera que el poder tiene que ser absoluto; la segunda, que nadie pueda disponer de medios económicos suficientes para vivir al margen de lo que decida el líder máximo. El gran enemigo es, en esta elemental ideología, la propiedad privada. Por eso se nacionalizaron primero y se estatizaron después todos los medios de producción, desde las fábricas hasta los comercios, desde la tierra hasta las oficinas o los medios de transporte. Fidel Castro se ha disfrazado con todo tipo de ropajes a lo largo de los interminables 52 años en los que ha ejercido la tiranía. Ha sido guevarista, soviético ortodoxo, golpista en América Latina, militar en África, colaborador de narcotraficantes, incluso cercano al sistema capitalista a mediados de los 70, pero siempre ha tenido claro un principio: en Cuba nadie debe poder ganarse la vida autónomamente de una forma continuada. Siempre ha tenido claro que la propiedad privada es el germen de la libertad de pensamiento. Y en Cuba sólo él se considera con capacidad para pensar correctamente y decidir lo que conviene a todos y cada uno de los 11 millones de cubanos.

En los tres momentos de mayor riesgo político y económico del régimen, el primero después del fracaso de la zafra de los 10 millones de toneladas, el segundo tras la desaparición de la URSS y, el tercero, el actual –con ayuda venezolana, pero limitada–, los responsables económicos, siempre dirigidos por Raúl Castro, han hecho algunas reformas que han consistido en permitir cierta libertad económica para producir alimentos, para comercializarlos y para abrir pequeños negocios. Vigilando siempre que ningún cubano pudiera tener demasiados ingresos. La propiedad privada sigue siendo, y es, el enemigo. A pesar de que cada vez que se liberaliza la actividad económica, aumenta la producción y mejora el bienestar de la población. La actividad normal, la pública, es ineficiente, pesada, corrompida, militarizada o cedida parcialmente a empresas extranjeras. Se administra por la burocracia castrista.

Con este “sistema”, por llamarlo de alguna forma, económico –algo que los progresistas de este mundo no entienden ni aceptan– lo llamativo es que en la Cuba castrista no haya hambrunas, que el nivel educativo asegure una formación entre baja y media y que el sanitario evite las epidemias y haya reducido al mínimo la mortalidad infantil. Algo que se consideran triunfos fundamentales en el exterior de Cuba, sobre todo por los que creen que esos triunfos se han logrado a pesar del “bloqueo” norteamericano. Un bloqueo que permite a Cuba comerciar con todo el mundo, excepto con Estados Unidos y con empresas norteamericanas. Que no ha impedido que Cuba suspenda pagos en rublos convertibles, en divisas de países occidentales y en moneda nacional, hasta el punto de que el tipo de cambio oficial del peso convertible es 24 veces el del peso con el que los cubanos se ganan la vida. Y que tampoco ha impedido que haya grandes inversores extranjeros, sean españoles (tabaco y hoteles), canadienses (níquel) o de otras nacionalidades.
«No existe ningún medio para medir el valor de la producción de bienes y servicios cubanos.»

Las instituciones internacionales, ya sean el FMI, el Banco Mundial, el Banco lnteramericano de Desarrollo –de ninguna de las cuales quiere ser miembro el régimen castrista– no pueden medir su PIB, ni la renta per capita de sus ciudadanos. Por más que se empeñen los organismos nacionales cubanos y las cátedras especializadas de las universidades norteamericanas, no existe ningún medio para medir el valor de la producción de bienes y servicios cubanos. Conscientes de esta limitación, los burócratas del régimen se dedican a elaborar y publicitar estadísticas de producción, en toneladas, metros u otras unidades físicas, de todo tipo de bienes. Que esos bienes se hayan producido, que tengan algún valor práctico, o que su calidad permita que se aprovechen, no es relevante para el régimen. Igual ocurre con los servicios. Lo importante para el régimen y sus estudiosos es resaltar que en Cuba no hay analfabetismo, y que se licencian anualmente decenas de miles de maestros, médicos e ingenieros. Lo que sepan no importa.

Hay que reconocer que el régimen ha conseguido la aceptación, por parte de los organismos interesados en la economía cubana, de que sus estadísticas se hayan traducido a un nivel de renta per capita y a un PIB nacional comparable con los del resto de los países, lo cual es un error imperdonable. En Cuba no hay precios. Todo es tan falso como lo eran las estadísticas de Alemania Oriental, que parecía ser una economía avanzada antes de que la reunificación pusiera al descubierto su miseria. En Cuba solo hay tres o cuatro objetivos económicos medibles. Siempre cuantitativos, nunca valorables monetariamente.

Sin embargo, no cabe duda de que mantener alimentada y formalmente educada a una población que ha pasado de 6 millones de habitantes en 1959 a 11 millones en 2010, sin un sistema económico digno de ese nombre, es un logro, que puede explicarse, en gran parte, por una serie de factores económicos que se exponen a continuación, pero que resultan insuficientes. Para explicar la supervivencia del régimen hay que tener en cuenta los factores políticos: la realidad de una tiranía bien organizada, que cuenta con el miedo, y con el terror continuo, para mantener mínimamente activos a todos los trabajadores cubanos. Los factores económicos por sí solos, aunque importantes, como se verá a continuación, no pueden explicar el mantenimiento de un régimen tan ineficiente como el cubano.

1.

Cuba era un país próspero en 1959. Con una moneda solida, convertible en dólares, con un nivel de analfabetismo de sólo el 21% (en España era de más del 32% ese año), con una cultura moderna, con un comercio exterior equilibrado y cada vez más diversificado, y, lo más importante, con un nivel de formación profesional de primer orden en muchos sectores, empezando por el educativo, el sanitario y el de la producción agraria. Por más que, políticamente, fuera un país corrupto, una auténtica república bananera.

Muchas de las infraestructuras existentes en ese momento (carreteras, puertos, aeropuertos, ferrocarriles y viviendas y otras edificaciones) siguen siendo utilizadas en 2011. En más de 50 años apenas se han construido 300.000 viviendas, de una espantosa calidad, mientras la población se ha doblado. Por eso los cubanos viven hacinados en las antiguas viviendas construidas antes del triunfo de la Revolución.
2.

Cuba es el país que más ayuda exterior ha recibido en el mundo, en términos absolutos y relativos, en estos 50 años. De la URSS, de los países del este europeo hasta su liberación y de Venezuela, desde que Chávez se hizo con el poder.

Ha sido una ayuda en forma de bienes físicos, como el petróleo, el trigo, los fertilizantes y el acero, o de construcción de fábricas –aunque con tecnología soviética– o de créditos para utilizar en los países del antiguo COMECON. Imposible calcular cuánto supuso esa ayuda. Ciertamente más del 30% del PIB desde finales de los sesenta hasta la desaparición de la URSS. Además de la ayuda directa, Cuba recibía créditos de los países comunistas. Sólo en créditos impagados, Cuba debía más de 30.000 millones de “rublos convertibles” a Rusia en 1991. Más del 100% del PIB cubano de ese año.

Por otra parte, la colaboración militar, que no aparece en ninguna estadística, ni en las soviéticas ni en las cubanas, multiplica lo recibido por Cuba, que tuvo en África ejércitos de miles de hombres a los que la URSS armaba pero a los que Cuba aportaba la tropa, junto con decenas de miles de educadores y sanitarios que nunca sabremos cómo se financiaban pero que posiblemente, en parte, se hacía con dinero cubano, a costa de la economía nacional. Son innumerables los casos que cuentan los exiliados de ocasiones en los que se “canibalizaron” plantas industriales para conseguir equipos para enviar a África. O del desplazamiento de técnicos y especialistas, a los que se “sugería” que pasaran unos años en algún país africano, aunque ello supusiera la paralización de otros proyectos imprescindibles para la economía cubana.
3.

A partir de 1971/72 Cuba se convierte, aparentemente, en una economía socialista más y los países occidentales, sus bancos y sus gobiernos, consideraron que el riesgo político había desaparecido. En apenas 10 años, Cuba se endeudó en más de 6.000 millones de dólares. En 1983, como resultado del deterioro de una economía que no fue capaz de soportar las guerras africanas y el suministro a la población de servicios médicos, educativos y de productos alimenticios sin ningún tipo de pagos ni de impuestos, así como de decisiones económicas incoherentes por parte de Fidel Castro, Cuba suspendió pagos en divisas. Veintiocho años después, en 2011, todavía no se ha sentado en la mesa de negociación con sus acreedores. Los créditos exteriores impagados, desde mediados de los ochenta, a los países de economía de mercado deben sumar, hoy, alrededor de 10.000 millones de dólares.
4.

Hasta la desaparición de la URSS, Fidel Castro no permitió el desarrollo del turismo, al que tachaba de corruptor. Después, en el “periodo especial”, cambió la política hasta el punto de que las “jineteras” y “jineteros” se convirtieron en uno de los mayores atractivos del turismo cubano.
5.

Desde entonces, desde 1991/92 hasta hoy, se ha permitido que en algunos sectores generadores de divisas –turismo (con el que se ingresan, en bruto, alrededor de 2.500 millones de dólares), tabaco y minería (níquel), básicamente– entrara inversión extranjera, aunque siempre en minoría, en empresas mixtas. La parte cubana está representada en esas empresas por la policía política, los militares o los burócratas más próximos a la familia Castro. Los ingresos de divisas, tanto de la inversión como de la actividad corriente, se utilizan para hacer las importaciones imprescindibles para cumplir con los objetivos que se marque el régimen, que nunca se sabe cuáles van a ser. Todo sigue, incluso hoy, dependiendo de las ocurrencias de Fidel Castro.
6.

El mayor generador neto de divisas es la comunidad cubana exiliada, que suman hoy alrededor de dos millones de personas y que transfieren a sus familiares alrededor de 1.000 millones de dólares anuales para que puedan sobrevivir. Esas divisas sólo se pueden gastar, en teoría, en los comercios públicos instalados por el régimen donde, a precios de expolio, los afortunados con un familiar generoso en el exterior puedan comprar bienes imprescindibles para sobrevivir.

Estos factores, la herencia del pasado, la ayuda y los créditos del socialismo, los créditos occidentales, las inversiones extranjeras en los sectores generadores de divisas, el turismo y las transferencias de los exiliados a sus familiares, explican el origen de los fondos de los que ha dispuesto, y dispone, el régimen castrista para permitir que la economía cubana siga renqueando.

La falta de un sistema económico mínimamente racional explica, a su vez, que esa ingente suma de factores positivos se haya traducido, solamente, en el mantenimiento de un mínimo nivel de vida, mientras la capacidad de producción autónoma de la economía cubana es cada vez más reducida. Hasta el punto de que incluso la producción de azúcar es un 70% inferior a la de 1959.

Pero las carencias económicas no se explican sólo por la irracionalidad del sistema económico. Desde 1959 ha habido otros objetivos que han absorbido una gran parte de los recursos disponibles:

1.

El aparato policial y represivo. Cuba es una dictadura en la que lo único que funciona es la policía, que utiliza la violencia y el miedo de una población sometida, a la que se obliga a trabajar por sueldos de miseria, así como para evitar cualquier tipo de contestación al régimen. Un aparato represivo de esta naturaleza ha absorbido, y absorbe, una gran cantidad de recursos económicos.
2.

El ejército. Durante muchos años el primero –o el segundo, tras Brasil– más poderoso de América Latina. Las guerras explican el papel de los militares en la Cuba actual. Los mandos manejan una parte sustancial de la economía generadora de divisas y controlan los sectores económicos internos más sensibles para el mantenimiento del régimen. Y siguen suponiendo un coste muy elevado para una economía en contracción o en estancamiento permanente.
3.

Las intervenciones en el exterior. No sólo en el pasado, en América Latina, Medio Oriente y África. No sabemos cuánto cuesta la presencia de militares, policías, médicos y otro personal sanitario y educadores en Venezuela. No es imposible que, si se pudiera valorar, el coste para la economía cubana fuera superior a los subsidios que recibe de Chávez. Pero, nuevamente, lo importante no es la economía sino lo que decida “el comandante”.

El factor clave, el que explica –como se ha expuesto anteriormente– que pueda mantenerse un régimen tan ineficiente económicamente, es el miedo. Los cubanos críticos con el sistema saben que si manifiestan sus opiniones tanto ellos como sus familiares perderán su trabajo, y que sus hijos serán discriminados en las escuelas y que no podrán estudiar en la universidad. Saben que tendrán que buscarse la vida en la economía informal o conseguir la ayuda de algún familiar que viva en el extranjero. Y si sus críticas suben de tono y se convierten en disidentes saben que ellos, y sus familias, serán golpeados aleatoriamente y encarcelados por tiempo indefinido.

El miedo del conjunto de los trabajadores y del resto de la población consigue, sin embargo, el mantenimiento de un cierto nivel de producción nacional, así como de intercambio y venta de lo producido en las empresas públicas a los precios que dicta el régimen. La economía cubana es un no-sistema económico, en el que los bienes y servicios se producen, se intercambian y se distribuyen en función de los precios –y en las cantidades– que decidan las autoridades. Que, a su vez, no tienen otro remedio que apoyarse en la práctica de 50 años de transacciones obligatorias para conseguir, finalmente, suministrar algunos bienes y servicios finales a la población, al ejército y al aparato represivo.

No hay nada más incierto que la forma en que terminará la dictadura castrista. Lo que sabemos de otros regímenes dictatoriales de países comunistas o del tercer mundo en los que el poder se ejerce, o se ha ejercido, con carácter exclusivamente personal, como Corea del Norte, China, Siria e Irak es que en todos los casos los dictadores intentan imponer una sucesión familiar, que puede tener éxito o no. En el caso de Cuba, Raúl, heredero de su hermano, no tiene sucesor. Su dinastía se extinguirá con la desaparición de ambos.

El poder se lo disputarán los militares y la policía política y el resultado es imprevisible. Pero parece difícil creer que un régimen tan personalista como el cubano pueda sostenerse sin grandes cambios, políticos y económicos.
«Todas las empresas generadoras de divisas ya se han repartido entre la policía, los militares, la familia y los burócratas más afines a los Castro. Habrá luchas entre esas mafias.»

Si hubiera una revolución, pacífica o violenta, el cambio económico sería inevitable. Si hubiera una transformación a la china, lo que sin duda quiere toda la nomenclatura cubana, habría en lo económico grandes cambios, incluyendo la privatización de la mayoría de los activos del sector público.

Pero el proceso de privatización no será como el de la Rusia de Yeltsin. Todas las empresas generadoras de divisas ya se han repartido entre la policía, los militares, la familia y los burócratas más afines a los Castro. Habrá luchas entre esas mafias, venganzas y reasignación de participaciones. Pero la nomenclatura intentará poner en valor sus activos abriendo la economía y privatizando para obtener, finalmente, patrimonios personales y no sólo corporativos.

Lo que es seguro es que, económicamente, Cuba pasará por una época caótica, en la que todo dejará de funcionar. Hasta que la libertad en la fijación de precios determine qué es y qué no es rentable producir. Un periodo de transición en el que desaparecerá una parte sustancial de la industria y en el que deberían producirse inversiones en el sector agrario –de una tierra que tendrá que ser propiedad de alguien– y en el sector del turismo, el más claramente competitivo. Una transición que tendrá que soportar una población envejecida demográficamente, que no contará con pensiones públicas cuando se retire ni servicios médicos mínimamente aceptables.

Tendrá, sin embargo, la posibilidad de apoyarse en las inversiones que pueda llevar a cabo la colonia cubana que vive en el exterior, que sabe que puede contar con un nivel de formación media de la población cubana, junto con un conocimiento exhaustivo de la situación de las infraestructuras y de los diferentes sectores económicos. Los capitales necesarios para ir reconstruyendo la economía existen en potencia. Lo que, lógicamente, no va a ocurrir es un proceso de inversión desde el exterior sin un proyecto político que ofrezca un mínimo de seguridad a todos, trabajadores, empresarios e inversores.

LIBRE MERCADO

Thursday, June 23, 2011

Un tema candente: El capitalismo y la exclusión social

Manuel Castells

He encontrado en la red de redes este artículo de Manuel Castells que me ha resultado tan interesante, que lo he compartido con mis amigos y lo publico aquí para que ustedes -amigos lectores- reflexionen:

En el último cuarto del siglo veinte ha surgido una nueva forma de organización económica y social; después del colapso del estatismo en la Unión Soviética y en el resto del mundo, ciertamente se trata de un sistema capitalista.

En efecto, por primera vez en la historia el planeta entero es capitalista, puesto que aún las pocas economías que quedan regidas por la planificación centralizada están sobreviviendo o desarrollándose gracias a sus vínculos con los mercados capitalistas de alcance mundial.

Sin embargo, este es un tipo de capitalismo muy viejo al mismo tiempo que es fundamentalmente nuevo. Es viejo debido a que apela a la competencia despiadada en su prosecusión de la ganancia y porque la satisfacción individual (inmediata o diferida) es su fuerza motora. Pero es fundamentalmente nuevo porque está instrumentado por las nuevas tecnologías de información y comunicación que son la raíz de las nuevas fuentes de productividad, de las nuevas formas de organización y de la construcción de una economía global. Examinemos brevemente el perfil de este nuevo mundo, que de hecho es compartido por todos los países a pesar de la diversidad de culturas e instituciones.

La economía mundial

En el decenio de los 90 el núcleo de actividades de la economía mundial funciona como una unidad integrada que opera en el tiempo de manera simultánea, a una escala planetaria. Por ello los mercados de capital están interconectados en todo el mundo, de modo que los ahorros y las inversiones en todos los países, ya sea que estén o no invertidos mundialmente, dependen para su comportamiento de la evolución y conducta de los mercados financieros mundiales.

Al mismo tiempo, las corporaciones multinacionales, en manufacturas, servicios y finanzas, con sus redes subordinadas de pequeñas y medianas empresas, constituyen el núcleo de la economía mundial. Estas corporaciones “sólo” emplean directamente alrededor de 70 millones de trabajadores, pero estos últimos producen la tercera parte del producto total mundial privado; y el valor global de sus ventas en 1992 fue de $ 5 500 billones de dólares (EUA), lo cual es 25 por ciento más que el valor total del comercio mundial de ese año.

Más aún, la conexión más fuerte de la ciencia con la tecnología, la que da forma y ordena el desarrollo tecnológico panorámico, se concentra en unas cuantas docenas de centros de investigación y sitios de innovación por todo el mundo, ubicados abrumadoramente en los Estados Unidos de América, en Europa Occidental y en Japón.

Cuando los ingenieros rusos, indios y chinos logran un nivel determinado de desarrollo científico, usualmente de muy alta calidad, sólo pueden proseguir su investigación vinculándose con dichos centros. Así la fuerza de trabajo sumamente calificada también está cada vez más globalizada, y cuando las empresas y los gobiernos necesitan mano de obra apta y están dispuestos a pagar por ella se contrata talento por todo el mundo.

Al mismo tiempo, la proporción abrumadora de ofertas de empleo, y por lo tanto, de personas empleadas, sigue siendo local y regional. Pero el destino de las personas, sus empleos, sus niveles de vida dependen en última instancia del sector globalizado de la economía nacional, o de la conexión directa de sus unidades económicas con las redes mundiales de capital, producción y comercio.

Esta economía global o mundial es históricamente nueva, por la simple razón de que sólo en los dos últimos decenios se ha producido la infraestructura tecnológica requerida para su funcionamiento: telecomunicaciones, sistemas de información, manufactura y procesamiento de bienes sustentados en la microelectrónica, transporte aéreo basado en la información, transporte de carga en grandes contenedores, trenes de alta velocidad, y servicios para negocios internacionales ubicados por todo el mundo.

Sin embargo, si la nueva economía mundial alcanza a cubrir el planeta entero (si toda la población y todos los territorios se ven afectados por su funcionamiento), no todos los lugares ni todas las personas están incluidas directamente en ella. De hecho, la mayoría de la población y la mayoría de los territorios están excluidos, desconectados, ya sea como productores o como consumidores, o como ambos.

La flexibilidad de esta economía global permite que el sistema en general conecte todo lo que sea valioso de acuerdo con los valores e intereses dominantes, en tanto que se desconecta todo lo que no sea valioso, o que haya llegado a devaluarse. Esta capacidad simultánea para incluir y excluir a las personas, los territorios y las actividades caracteriza a la nueva economía mundial tal como está constituida en la era de la información. Y las bases organizativas de esa capacidad son las redes de intercambio sustentadas en la tecnología de información.

Redes de intercambio

En la historia de la humanidad, las transformaciones de mayor importancia en la tecnología o en la economía han estado acompañadas de una transformación en sus formas de organización. La fábrica grande, dedicada a la producción masiva, fue muy importante para la formación de la era industrial, al igual que el desarrollo y difusión de nuevas fuentes de energía. En la era de la información, el tipo de organización que resulta ser clave es la red de intercambio.

Una red de este tipo es simplemente un conjunto de nódulos interconectados. Puede tener una jerarquía, pero no tiene un centro. Las relaciones entre los nódulos son asimétricas, pero todas ellas son necesarias para el funcionamiento de la red (para la circulación de dinero, de información, de tecnología, imágenes, bienes, servicios o personas). La distinción principal en esta lógica organizacional es estar o no estar en la red.

Esté usted en la red y podrá compartir y, con el tiempo, aumentar sus posibilidades de obtener beneficios. Quédese fuera de la red o llegue a desconectarse de ella y sus posibilidades se desvanecen, puesto que todo lo que cuenta está organizado en torno a una telaraña de amplitud mundial de redes en interacción.

Las redes de intercambio proporcionan el medio adecuado para el funcionamiento de una economía mundial, interconectada, basada en una adaptación inexorable y en una flexibilidad extrema. La concentración del capital puede ir ligada a la descentralización de la organización. De hecho, las grandes corporaciones multinacionales funcionan internamente como redes de trabajo descentralizadas, a cuyos elementos se les da una autonomía considerable.

Cada elemento de estas redes por lo general es parte de otras redes, algunas de las cuales están formadas por negocios pequeños y medianos subordinados a los centros dominantes. Algunos de los vínculos implican la colaboración con otras corporaciones grandes, en torno a proyectos y tareas determinadas, en marcos específicos de tiempo y espacio.

Al final, sin embargo, la meta es asegurarse una ganancia. Y la mayor parte de los ingresos no se quedan en la empresa, sino que van a dar al casino mundial de los mercados financieros interrelacionados. Debido a este nivel de incertidumbre y de complejidad, las redes en las cuales todas las empresas, grandes o pequeñas, están ancladas, se forman y se transforman incesantemente, en una variación sin fin. Las empresas y las organizaciones que no siguen la lógica de la red (ya sea en los negocios, en los medios de comunicación de masas o en la política) son arrasadas por la competencia, puesto que no están equipadas para manejar el nuevo modelo de administración gerencial.

Así, en última instancia, las redes de intercambio (todas ellas) se benefician si se restructuran, ya sea que cambie su composición, su membresía o sus tareas. El problema es que las personas y los territorios, cuyos medios de vida y destino dependen de su posición en estas redes, no pueden adaptarse tan fácilmente. El capital retira sus inversiones, los ingenieros de software emigran, los turistas encuentran otro lugar de moda, y los medios mundiales de comunicación de masas se alejan de una región que deja de ser importante.

Las redes de intercambio se adaptan, eluden la región (o las personas), y se reconstituyen en otro lugar, o con otras personas. Pero la materia humana de la cual depende la existencia de la red no puede sufrir una mutación tan fácilmente. Queda atrapada o degradada o desperdiciada. Y ello conduce hacia el subdesarrollo social, precisamente en el umbral de la era potencialmente más prometedora de progreso humano.

Estamos enfrentándonos a una crisis social en aumento. La polarización crece por doquier. A nivel mundial, la relación entre el ingreso del 20 por ciento de la población, ubicado en el estrato más alto, con el ingreso del 20 por ciento que se halla en el estrato más bajo, se modificó de 30 a 1 que era en 1960, a 78 a 1 en 1994. Más aún, el destino de aquel segmento de la población pobre que crece con mayor rapidez en casi todos los países, es la pobreza extrema o miseria (definida como la mitad o menos, del ingreso correspondiente a la línea de pobreza). Y un número significativo de personas que están siendo excluidas del acceso al empleo fijo, están cayendo en la criminalidad. Se podría decir que algunas de ellas no tienen otra alternativa. Las personas a las que no se les necesita en la era de la información no desaparecen: siguen ahí.

Es urgente y necesario invertir la espiral de la exclusión y utilizar las tecnologías de información y de comunicación para otorgarle poder a la humanidad.

La reintegración del desarrollo social y del crecimiento económico en la era de la información requerirá de una puesta al día masiva de los países, las empresas y los hogares de todo el mundo en cuanto a la tecnología, estrategia que resulta ser del mayor interés para todos, incluido el sector empresarial. Se requerirá de grandes inversiones para transformar el sistema educativo en todo el mundo. Se necesitará establecer una red de intercambio mundial de ciencia y tecnología, en la cual las universidades más avanzadas estén dispuestas a compartir conocimientos y destreza para el bien común.

Se debe tratar de invertir lenta pero seguramente la marginación de países o ciudades o vecindarios enteros, de manera tal que el potencial humano que está siendo desperdiciado pueda ser de nueva cuenta aprovechado. La solidaridad en un mundo globalizado significa solidaridad mundial. Y significa también solidaridad intergeneracional. Estos son los principios básicos y elementales de una economía y de una forma de elaborar políticas en las que “se tome en cuenta a la población”. Y son plenamente coherentes con la lógica creativa y productiva inherente a las tecnologías de información. Si todo esto pareciera que son buenos deseos, es que refleja solamente el grado a que hemos llegado a desorientarnos en este momento crítico de transición histórica.

Monday, June 06, 2011

Efraín Velásquez: "Esta política económica genera una inflación alta y persistente"

Entrevista al presidente del Consejo Nacional de Economía

"La economía venezolana no puede crecer de manera sostenida si usted no invierte en petróleo".

Efraín Velásquez explica que la única manera de obtener crecimiento y baja inflación es con una estrategia centrada en la oferta vicente correale

VÍCTOR SALMERÓN / EL UNIVERSAL

Para el presidente del Consejo de Economía Nacional, Efraín Velásquez, el país es un carro al que se le hunde el acelerador de la demanda mientras se pisa a fondo el freno de la oferta e inevitablemente, lo único que se mueve a gran velocidad es la inflación.

Lo más lamentable, desde su punto de vista, es que se trata de una inconsistencia en la que distintos gobiernos venezolanos han incurrido en las últimas cuatro décadas.

"En varias oportunidades hemos entrado en estos esquemas inconsistentes donde tratamos de obtener crecimiento con una política fiscal expansiva que genera inflación y como no nos gusta recurrimos a controles de precios, subsidios y tomamos decisiones que afectan la dinámica de mercado", explica.

Profundiza en este aspecto y señala que actualmente el Gobierno pone en marcha una política fiscal expansiva con el aumento del gasto mientras que "en el lado de la oferta hay restricción de energía eléctrica y de infraestructura, rezagos en el Sitme, expropiaciones, controles de precios, que crean una inflación alta y persistente donde las posibilidades de reducirla son muy limitadas".

No duda en afirmar que "la única manera de generar crecimiento con baja inflación es cuando la estrategia se basa en el lado de la oferta y eso implica incorporación de tecnología, mejoras de productividad, educación, salud, un proceso donde las autoridades tienen un rol fundamental pero en estas economías globales el líder tiene que ser el sector privado".

-¿El Gobierno podrá cumplir su meta de obtener una inflación entre 23% y 25% para este año tras el salto de 2,5% en mayo?

-Puede ser algo superior a lo que es la estimación oficial, pero de cualquier manera tenemos que tener presente que aun alcanzando esta meta hablamos de resultados lamentables al ver el resto de los países de América Latina.

-El Gobierno considera que tras el crecimiento de la economía en 4,5% hemos entrado en un período de expansión sostenida. ¿Es así?

-El primer trimestre de este año registra resultados positivos respecto al primer trimestre de 2010 cuando hubo restricción en el nivel de divisas, la actividad fiscal no fue tan importante y el racionamiento eléctrico fue intenso, pero cuando se tienen estas situaciones extremas hay que revisar los niveles de la actividad económica y allí no vemos cambios fundamentales.

-¿Se refiere, por ejemplo, a que la producción industrial es menor a la del primer trimestre de 2009 y 2008?

-Es así. Estamos viendo variaciones porcentuales importantes cuando si hacemos un análisis temporal de los índices no hay una mejoría fundamental.

-Este crecimiento que no logra ser mayor ocurre en medio de un boom de altos precios del petróleo y elevado gasto público. ¿La inyección de dinero del Gobierno ya no es tan efectiva como en años anteriores?

-Al hacer una evaluación de la potencialidad de la política fiscal no solo puede verse el gasto versus crecimiento. También hay que evaluar el consumo privado, la inversión y las exportaciones netas.

Complementa este aspecto y añade que "en el primer trimestre de este año el consumo privado creció 3% y la inversión 4%, pero en el primer trimestre de 2010 el consumo privado cayó más de 4% y la inversión retrocedió 24%. En conclusión, el crecimiento que ha habido no compensa la caída, mientras que el volumen de las exportaciones no aumenta y las importaciones sí. Por eso el gasto público no tuvo tanta significación en el crecimiento".

-¿Qué está frenando el consumo privado y la inversión en medio de un boom de altos precios del petróleo?

-En el caso de la inversión tiene que ser incertidumbre, definida en los términos más genéricos. En el caso del consumo evidentemente lo que está detrás es capacidad de compra, salarios reales. El consumo per cápita, que es lo que tenemos que evaluar, está cayendo.

Explica que "la economía no crece de manera importante y sostenida para que el ingreso per cápita mejore. Hay que tener presente que en las economías que no crecen de manera sostenida los mercados pierden tamaño. El consumo de proteínas per cápita, por ejemplo, está cayendo.

Abre un paréntesis y destaca que "Venezuela necesita un sector petrolero activo porque el sector petrolero es más importante que el 17% que representa del PIB, hay una cantidad de sectores no petroleros que están atados al sector petrolero como el metalmecánico y la construcción. El petróleo no solo representa 17% del PIB sino 40%".

"Eso nos dice que la economía venezolana no puede crecer de manera sostenida si usted no invierte en petróleo".

Todo indica que a pesar de la alta inflación se usará el aumento del precio del petróleo para evadir una corrección cambiaria. ¿La sobrevaluación no es inconsistente con el anuncio de reducir las importaciones e impulsar las exportaciones? -

-Anticipo que no hay decisiones cambiarias hasta el 2013. Lo que debe entender la gente es que los efectos de la unificación cambiaria de enero de 2011 sobre la competitividad ya fueron superados. Tenemos una sobrevaluación de 36%, esto es el mismo número que teníamos en junio del año pasado.

-¿Cómo queda el plan de ingresar al Mercosur?

-Para todas esas agrupaciones comerciales somos un mercado, nuestra capacidad exportadora continúa siendo afectada y nos convertimos en un mercado importador.

-Con la cesta petrolera en 100 dólares el barril el Ejecutivo aumentará el límite del endeudamiento previsto para este año. ¿La deuda del país todavía es manejable?

-Si analizamos el nivel de la deuda con relación al PIB, incluyendo Pdvsa y el financiamiento con China, estamos con una deuda por debajo de 50% del PIB lo que me dice que es manejable. Pero la tasa de crecimiento de esa deuda es importante y la capacidad que tiene la economía para generar ingresos fiscales va a un menor ritmo que el pago de intereses de la deuda.

-¿Eso no indica que hay peligro de caer en un escenario de insolvencia?

-Siempre que eso ocurra podemos entrar en un escenario de insolvencia financiera. Eso no es un evento de corto plazo, es algo a mediano plazo y va a depender del manejo de la deuda pública en el futuro.

Cómo se explica que la deuda crezca justo en un período en el que aumenta el ingreso del Gobierno? -¿

-Porque se utilizan instrumentos fiscales para hacer política monetaria. Cuando se anuncia una emisión bolívar-dólar, al final lo que se hace es una colocación de deuda que está atada a la necesidad de reducir excesos monetarios por poner en práctica una política fiscal expansiva en medio de un control de cambio.

-¿Nos endeudamos para bajar el exceso de bolívares en la economía y la presión en la demanda de divisas?

-Es así. Cuando se emiten bonos de la República o Pdvsa, el objetivo es monetario.

vsalmeron@eluniversal.com